Es de esos jugadores que nunca pasan desapercibidos. Pueden ser sus 1,95 m, o la sabrosura de su baile cuando anota un gol, o su sorprendente fichaje por el Barça. Y en el Mundial Rusia 2018 comienza a hablarse de una mina a explotar.
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Su decisivo gol ante Senegal, en la victoria 1-0 en la tercera y última fecha del Grupo H, que le abrió a Colombia las puertas de los octavos de final, pusieron nuevamente a Yerry Mina en las portadas del fútbol.
El colombiano, de 23 años, llegó al club catalán en enero procedente del Palmeiras de Brasil, donde fue titular indiscutido durante dos años tras su arribo en 2016 desde el Independiente Santa Fe.
Descalzo
El adolescente cargador de verduras que caminaba a veces descalzo en las polvorientas calles de su natal Guachené, en el sureño departamento del Cauca, se iba a codear con la realeza del fútbol, con un tal Messi y un tal Cristiano Ronaldo.
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El que muchas veces pidió poder subirse por la puerta de atrás de los buses públicos para ahorrarse el boleto, porque necesitaba ese dinero para alimentarse, o “porque simplemente no había”, se iba para Europa, aunque después jugara poco en el Barcelona.
“Ahora, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo”, fue la frase que más repitió durante su presentación, una metáfora de la vida de un hombre que aprendió a sobrevivir para vivir, pero siempre con la fortaleza de su fe cristiana.
Por eso no es raro que agradezca a Dios todo aquello que hace o conquista. Como por ejemplo el gol a los leones senegaleses, vital para que Colombia se impusiera este jueves en Samara y firmara su pase a la siguiente ronda.