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El muro fronterizo de Trump, una promesa a medio cumplir

A días de que Trump abandone a regañadientes la Casa Blanca, su mayor promesa de campaña está lejos de completarse y de disuadir a la inmigración ilegal.

A días de que Donald Trump abandone a regañadientes la Casa Blanca, su mayor promesa de campaña, su infame muro fronterizo, está lejos de completarse y de disuadir a la inmigración ilegal hacia Estados Unidos.

En las tierras desérticas que enmarcan la frontera de México y Estados Unidos, un grupo de obreros trabaja sin pausa en la construcción del muro que el magnate republicano prometió ruidosamente.

Los trabajadores desplegados en Columbus, Nuevo México, no cesan de remover tierra y poner cimientos, que serán los últimos, pues el presidente electo, Joe Biden, ha anticipado que detendrá las obras.

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Hacemos 400 pies diarios (122 metros). No han dicho que van a parar. Si ya gastaron, ¿cómo lo van a dejar incompleto?”, opina un obrero en declaraciones a la AFP. Apenas pronunciadas estas palabras, su supervisor le recuerda que no debe hablar con periodistas.

A ese ritmo, los trabajadores podrían construir 5.5 kilómetros más hasta el 19 de enero, último día de mandato de Trump.

Durante su administración, se levantaron 658.1 kilómetros de barrera, según datos del Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense (CBP), mucho menos de los 1 mil 187.7 kilómetros que ofreció erigir.

Solo 94.8 kilómetros son nueva edificación, pues el grueso del trabajo corresponde al refuerzo de la antigua estructura, que de medir unos cuatro metros, ahora es un armatoste de acero de casi 10 metros de alto.

El avance del muro, que Trump prometió “grande y hermoso”, ha costado 15 mil millones de dólares.

Sueños y huesos rotos

Aunque es una promesa a medio camino, el muro ha bastado para romper los sueños, y también los huesos, de muchos migrantes, que en su búsqueda por alcanzar la tierra prometida se han aventurado a saltar.

Entre viejo y nuevo muro se cubre apenas 35 % de los 3 mil 145 kilómetros de frontera. Las obras se han concentrado en las zonas más pobladas, con más cruces ilegales, reduciendo las opciones de los indocumentados.

Lo atestigua Alejandro Calderón, cubano de 55 años que, forzado por las restricciones de la pandemia del Covid-19. Se quedó administrando un albergue que acoge a quienes, como él, buscan llegar a Estados Unidos.

Reiteradamente, ve cómo la desesperación se apodera de aquellos que huyen de la pobreza o la violencia en sus países y saltan el muro.

Pero lo que más le sorprende es que, a menudo, los heridos sean enviados de vuelta sin recibir atención médica del lado estadounidense.

En las condiciones que esté lo retornan, y entonces nosotros, sin condiciones porque no tenemos médicos, tenemos que darles los primeros auxilios”, relata Calderón.

*Con información de AFP

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