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Convento de San Francisco: el arte que se hizo pedazos

Era 1978 cuando se dio la orden de dinamitar el antiguo Convento de la Orden Franciscana, un monumento que tardó más de cincuenta años en construirse, y que guardaba consigo un cúmulo de tesoros culturales que acabaron hechos cenizas.

Cientos de personas caminan a diario sobre la 7a. avenida y 14 calle de la zona 1. Ven el celular y hablan con los amigos, sin imaginar que el asfalto que pisan fue testigo de un atentado contra el arte hace poco más de cuatro décadas.

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Antes, ahí se ubicaba el Convento de San Francisco, uno de los pocos monasterios con dos plantas en la Nueva Guatemala. Su interior resguardaba una larga lista de libros y expresiones artísticas invaluables.

Se trataba de un monasterio de estilo neoclásico, con columnas sobrias y capiteles jónicos. El patio contaba con fuentes que fueron fabricadas durante el siglo XVIII, rodeadas de arcos que daban acceso al comedor, una pequeña capilla y todos los demás ambientes.

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La historia

Su construcción comenzó en 1795, a cargo de Basilio Marroquín, pero estuvo lista hasta finales de febrero de 1851. Los franciscanos vivieron allí hasta que en la Revolución Liberal, se despojó al clero de sus propiedades.

Durante aquella época, el Convento de San Francisco contaba con una biblioteca muy completa, lo cual no era muy común en países pequeños. "En la expropiación se perdió la enorme colección de libros que los franciscanos guardaban", comenta Vivian Méndez, socióloga e historiadora.

"Tenían manuscritos, ejemplares en latín, libros en griego… Fue una pérdida irreparable", agregó Méndez.

Más tarde, el convento desempeñó distintos papeles: primero fue oficina de correos y sede de la aduana. Años después se convirtió en una pequeña penitenciaría en la que se recluía a los culpables de delitos políticos. Sin embargo, siguió guardando tesoros, como las esculturas de mármol caídas que pertenecían a la avenida Reforma. Estas fueron restauradas por Luis Sáenz Knot, aproximadamente en 1924.

 

Los nuevos inquilinos del Convento de San Francisco

Durante los años veinte, la policía comenzó a ocupar cada vez más lugar en el convento. Inició con una imprenta perteneciente al cuerpo de defensa, y luego se inauguró la llamada “Sala de la Banda Marcial”.

Después, otras dependencias llegaron al monasterio, como la Dirección de Caminos, la Escuela de Agentes Sustitutos y la Policía Montada.

Fulgencio Pivaral, antiguo guía del Museo de Historia, afirma que fue en 1939 cuando se perdió la esperanza de que las instalaciones regresarían a los franciscanos.

“En ese año se inició la construcción del Palacio de la Policía, que concluyó tres años después. A partir de allí, todos sabían que ya no había marcha atrás”, agrega.

Hacia 1970, el monasterio vio funcionar al Cuerpo de Policía Nacional, y posteriormente, a los primeros detectives del país.

En 1977, el Ministerio de Educación declaró el Convento de San Francisco como Monumento Nacional, pidiendo apoyo internacional para restaurarlo. Menos de un año después, durante el gobierno de Romeo Lucas García, los planes cambiaron y se ordenó su destrucción.

Según el Resumen documental del edificio del Ministerio de Gobernación, fue en diciembre de 1978 cuando se cerró la calle. Avisaron a los ciudadanos de que se llevaría a cabo la operación con explosivos.

Posteriormente, las características del terreno no permitieron la ampliación del Palacio de la Policía, así que se convirtió en el estacionamiento del edificio. Años más tarde, se construyó un muro perimetral alrededor del lugar, decorado con piedra, que solo dejó en el centro histórico el recuerdo de una obra de arte mandada a fusilar.

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