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Mascarilla, termómetros y muchos controles para volar en la “nueva normalidad”

En tiempos de coronavirus, el transporte aéreo vive un cambio todavía más profundo que el que sufrió a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Volar en avión se ha convertido en una experiencia compleja por la pandemia de coronavirus (COVID-19), ya que hay que llevar mascarilla, certificados médicos y pasar varias horas de controles antes de embarcar en aviones con tripulaciones altamente protegidas.

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En tiempos de coronavirus, el transporte aéreo vive un cambio todavía más profundo que el que sufrió a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

"Antes de la pandemia, había que llegar dos horas antes. Ahora hay que llegar al aeropuerto al menos cuatro horas antes", relata un pasajero de un vuelo interno en Indonesia.

Incluso antes de registrarse, tuvo que esperar en varias filas para controles y demostrar que no estaba enfermo de COVID-19.

"Fue una experiencia más agotadora y más cara (…) Con estas reglas estrictas, pienso que la gente se lo va a pensar dos veces antes de viajar".

El hombre de 40 años revela que tuvo que pagar dos veces más caro su billete, mientras la compañía solo podía llenar la mitad de los aviones.

El sector busca soluciones para reducir los riesgos sanitarios, pero los observadores advierten que el impacto de la pandemia será profundo.

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"El 11 de septiembre cambió las condiciones para el conjunto del sector en lo tocante a la seguridad", explica Shukor Yusof, experto en aviación de la firma de estudios Endau Analytics.

Pero el coronavirus representa un desafío "mucho más profundo (…) y un acontecimiento mundial".

Reticentes

La Agencia de Naciones Unidas para la Aviación Civil (OACI) ha definido las nuevas reglas sanitarias para subirse a un avión, entre ellas, el uso obligatorio de mascarilla, el control de temperatura o la desinfección de las superficies.

Por su parte, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), sugiere controles de los pasajeros antes del viaje y quiere restringir el acceso a los aeropuertos a los profesionales y a los viajeros.

Los aeropuertos deben facilitar la fluidez de la circulación de los pasajeros, acelerar el embarque y la recuperación del equipaje y "prohibir las filas de espera para el baño" para garantizar la distancia física.

"La COVID-19 es la mayor perturbación de la historia de la aviación (…) y su recuperación va a ser larga y progresiva", dice Albert Tjoeng, portavoz regional de IATA.

En India, donde los vuelos internos se reanudaron esta semana, miembros de la tripulación llevaban trajes de protección, visores y guantes, pero según la prensa local, no tenían idea de dónde tenían que pasar su cuarentena tras los vuelos.

El asunto de dejar o no asientos vacíos entre los pasajeros divide al sector.

Japan Airlines y Delta adoptaron esta medidas, pero Michael O'Leary, el presidente de la compañía de bajo costo irlandesa Ryanair, considera que es una idea "idiota" que les abocará a la quiebra.

Burbujas sanitarias

La epidemia de COVID-19, que ha infectado a más de 7 millones de personas, ha dejado flotas enteras en tierra y ha provocado despidos masivos.

IATA, que prevé más de 84 mil millones de dólares de pérdidas este año, ha detectado algunas señales de recuperación, con más vuelos en abril y mayo, pero muy lejos del nivel anterior al coronavirus.

Las nuevas reglas, todavía poco armonizadas, hacen difícil prever vacaciones en el extranjero.

Muchos países prohíben la llegada de no residentes o exigen cuarentena.

En tanto, algunos países que han logrado controlar la propagación del virus, como Australia o Nueva Zelanda, buscan crear "burbujas", acuerdos de reciprocidad, que faciliten los viajes entre zonas seguras.

China o Singapur han creado "vías prioritarias" para algunos desplazamientos por negocios u oficiales, pero muchos podrían optar por no viajar por el momento.

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