“Cadete, ides comandar. Aprendei a obedecer”. La frase –“Aprender a obedecer para poder comandar”– ocupa una de las paredes del enorme patio de la Academia Militar de las Agujas Negras (AMAN), principal escuela de las fuerzas armadas terrestres de Brasil y donde se formó Jair Bolsonaro, presidente electo del país.
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Para los cientos de aspirantes a oficiales que pasan cuatro años allí, el mensaje representa la disciplina que regula la vida dentro de la AMAN. Para Bolsonaro, que asumirá el poder el 1 de enero y encabezará un gobierno con una presencia militar inédita desde la restauración de la democracia en 1985, el sueño de encontrar en los cuarteles a los hombres y los valores que le permitan rescatar a su país de una debacle.
Para quienes votaron por él en octubre, los militares se convirtieron en la esperanza para sacar a Brasil de una crisis política, económica y moral. Según dijo desde su campaña, tratará de refundar a su nación sobre bases asociadas a la tradición marcial: patriotismo y honestidad. Por ello, en su gobierno los militares tendrán un papel protagónico y tanto miembros como exintegrantes de las fuerzas armadas conducirán seis de los 22 ministerios, además de la vicepresidencia con el general Hamilton Mourao. Asimismo, prometió que cuando alcance la mitad de su mandato, las 26 capitales estatales de Brasil tendrán al menos un colegio militar en funcionamiento. Actualmente 11 tienen un establecimiento en actividad.
La historia de Bolsonaro, un excapitán y paracaidista del Ejército, comenzó a escribirse en Resende, una ciudad de 120 mil habitantes en el estado de Río de Janeiro que se articula en torno a la vida militar y particularmente de la AMAN.
Desde 1941, esta academia militar funciona en una imponente sede a la que Bolsonaro llegó cuando tenía 19 años, en 1974. Tras haber pasado un año en Campinas, Sao Paulo, en la escuela preparatoria del Ejército, el ahora presidente electo deambuló por cuatro años los claustros de la AMAN en régimen de internado.
“Estoy muy feliz de estar en esta casa que me formó. Le debo casi todo en esta vida al querido ejército brasileño”, dijo Bolsonaro, quien se graduó como oficial en 1977, durante la ceremonia anual de graduación de oficiales de la Aman semanas atrás.
La selección de varios militares para integrar su equipo de gobierno está en línea con lo que fue una de sus prioridades en su historial de 27 años como congresista. De acuerdo con un análisis de The Associated Press, un tercio de sus 642 presentaciones –proyectos de ley, enmiendas y llamados a conmemoraciones– refirió a los militares y la policía. Desde demandas de mejoras salariales hasta el pedido de un homenaje por el comienzo de la dictadura militar 1964-1985.
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Al igual que el presidente electo, cientos de jóvenes llegan cada año a la AMAN, considerada la academia militar más prestigiosa de Brasil.
Su estructura intimida. Para entrar al predio de 70 kilómetros cuadrados se debe atravesar una explanada de más de 500 metros hasta llegar al portón principal. Adentro, el silencio de los corredores impone un genuino respeto marcial.
La disciplina es la piedra angular de la formación en la AMAN. Cualquier tipo de falla puede ser penada con la imposibilidad de flexibilizar el régimen de internado los fines de semanas y, en casos de faltas graves, la expulsión.
Además de las materias teóricas, como economía, sociología y ciencias políticas, la otra mitad de la formación se estructura en torno a trabajos físicos y militares. Todo egresado aprende, por caso, técnicas de supervivencia en la selva amazónica.
Marcelo Morais de Sousa, un oficial de reserva del Ejército, sintetiza en cuatro los principales “valores” inculcados en la Academia militar: verdad, probidad, honestidad y lealtad. Todos están presentes en la carta de presentación de Bolsonaro, quien se jacta de no tener ninguna denuncia por corrupción y de haberse puesto al servicio de Brasil.
“Aquí nadie resigna esos valores, forman parte del uniforme que vestimos para siempre”, dice Morais de Sousa, quien compartió entrenamientos militares con Bolsonaro cuando eran alumnos.
“Tenía un instinto de liderazgo muy fuerte. Él estaba obsesionado con que las cosas estuvieran bien hechas”, recuerda Morais sobre el presidente electo. “Haber estudiado con él me hace sentir muy honrado”, dice mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
“Esta es una escuela de líderes”, dice a su vez Ricardo Costa Neves, comandante general de la AMAN.
Con Jair Bolsonaro como exalumno más ilustre, el liderazgo ha excedido los cuarteles pero él no es el único egresado célebre. El ministro de Seguridad Institucional, Augusto Heleno; el secretario de Gobierno, Carlos Alberto dos Santos Cruz; el ministro de Transparencia, Wagner dos Campos Rosário y el ministro de Infraestructura, Tarcísio Freitas, también se formaron allí.
“La sociedad reconoce la competencia de nuestra fuerza. Nuestra misión es defender Brasil, ése es esencialmente nuestro trabajo”, asegura Costa Neves.
En el ámbito militar, sobrevuela la idea de que en los cuarteles está la reserva de valores que la sociedad brasileña habría perdido en algún momento antes de su llegada a la debacle actual.
Angustiados por no haber salido a flote de la mayor crisis económica de su historia –en sólo dos años, entre 2015 y 2016, la economía se achicó más de 7 puntos del PBI– y furiosos con su clase política, envuelta mayoritariamente en el escándalo del Lava Jato –el mayor esquema de pago de coimas, desvíos y lavado de dinero en la historia de Brasil– los votantes decidieron dar un giro radical.
“Recibió más votos de rabia que de genuino apoyo”, explica el politólogo Mauricio Santoro, profesor de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro, sobre la elección de Bolsonaro.
En la mayor parte de la Academia rige una cautela llamativa. Pocos quieren hablar sobre Bolsonaro y el futuro de su gobierno para evitar conflictos entre poderes. Ante la consulta de la AP, ninguna autoridad quiso hacer comentarios, ni siquiera a título personal.
“En las primeras décadas del siglo XX la Academia se caracterizó por una intensa politización de sus alumnos hasta la década del 30, pero luego fue disciplinado y controlado”, dice Celso Castro, antropólogo social y autor del libro “El espíritu militar”, un estudio sobre la AMAN.
Varios miembros del gobierno de Bolsonaro han tenido comentarios positivos sobre la última dictadura militar, incluido el propio mandatario electo, quien además defendió la tortura.
Quien será el nuevo vicepresidente, Hamilton Mourao, fue probablemente el más polémico en sus dichos cuando defendió la posibilidad de una intervención militar como mecanismo para resolver la crisis política brasileña, agudizada tras la revelación del Lava Jato.
¿Representan los nombramientos un desafío para la democracia brasileña? “Es muy pequeño el riesgo de que los militares sobrepasen el poder de Bolsonaro y la democracia entre en crisis porque hoy existen en Brasil instituciones capaces de controlar eso”, asegura Carlos Fico, historiador de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) especializado en el estudio de las dictaduras en América Latina.
A días de que Bolsonaro empiece a escribir su historia como presidente, en la AMAN algunos jóvenes que dan sus primeros pasos en la carrera muestran su admiración por él.
“Soy hijo de un carpintero y de una profesora. Ver que él (Bolsonaro) pasó por aquí significa que yo también puedo aspirar a un lugar mucho más alto porque el Ejército nos da esa oportunidad”, dice Gustavo Oliveira, un oficial recién formado de 23 años.
Del cuartel de Resende a Brasilia, sede de la Presidencia, Bolsonaro enfrentará un desafío que tal vez nunca imaginó y sin uniforme pondrá a prueba el mensaje en la pared de la AMAN: demostrar que puede comandar la mayor nación de América Latina.