Según Freddy Coy Chen, residente del pueblo ubicado a unos 210 km al norte de la capital, esta celebración, aunque es riesgosa, no “tiene mala intención”:
"Esto de alguna manera lleva su riesgo, la gente está expuesta a que la quemen y lastimen, pero aquí no hay culpables, no hay mala intención”.
Además, “el objetivo es la diversión y la adrenalina que da esta tradición", le dijo Coy a la agencia de noticias “AFP”.
Milenaria tradición
A sus 51 años, Coy recuerda que su fallecido padre solía participar de esta fiesta de origen indígena desde los 5 años.
Los participantes se lanzan bolas de fuego que pesan entre 10 y 12 libras, amarradas con alambre de hierro.
PUBLICIDAD
"La tradición se ha mantenido por más de 100 años; son bolas de fuego de gas y esto lleva riesgos, que están latentes; el que va al parque se expone a que pueda salir quemado", reconoce.
Por ello, dice, las autoridades mantienen una pileta llena de agua en el centro del parque.
Si alguien resulta herido, agrega Coy Cohen, "no hay culpables (…) las autoridades policiales no se meten".
Los jóvenes participan
En la celebración anual, cuenta Juan Carlos Coy Flores, de 21 años, "participa gente de todo el pueblo, amigos y conocidos".
El joven reconoce que en los primeros minutos participar da un "poco de miedo, (pero) con la adrenalina se le quita a uno", dice.
El atuendo ideal, comenta, es ropa vieja, ante el alto riesgo de que quede arruinada.