Mientras este martes continuaban las operaciones de búsqueda y rescate en la isla de Célebes, las autoridades de Indonesia situaban en 1,234 el número oficial de muertos, al tiempo que la policía intentaba evitar nuevos saqueos en comercios del lugar.
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Los socorristas no tienen maquinaria suficiente, y su labor se complica por las carreteras cortadas y los daños en las infraestructuras. El ejército dirige las operaciones pero, tras el llamado del presidente Joko Widobo, las oenegés internacionales también desplegaron equipos en la zona.
Entre los muertos también se cuentan 34 estudiantes de teología, cuyos cuerpos fueron retirados de entre los escombros de una iglesia situada al sur de la isla.
La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estima en 191 mil las personas que necesitan ayuda humanitaria de emergencia, entre ellas 46 mil niños y 14 mil personas mayores.
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Además, el estado de los cadáveres (muchos de los cuales aún no fueron registrados o siguen atrapados entre los escombros) preocupan a las autoridades, pues el clima ecuatorial de Indonesia acelera su descomposición, representando un grave riesgo sanitario.
Para evitar esta situación, grupos de voluntarios empezaron a enterrar a las víctimas en una gran fosa común excavada en Poboya, en las colinas que rodean Palu, con capacidad para 1,300 cuerpos.
Camiones con cuerpos apilados cubiertos con bolsas naranjas, amarillas y negras llegan al lugar para ser descargados y enterrados en la fosa.
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Mucha gente que aún desconoce el paradero de sus seres queridos pasó los últimos días a la búsqueda junto a los rescatistas, en hospitales y morgues improvisadas a la intemperie.
Saqueos y falta de agua
La policía hizo disparos de advertencia y lanzó gases lacrimógenos para dispersar a la gente que saqueaba tiendas en Palu, una ciudad costera destrozada el pasado viernes por el terremoto de 7.5 grados y el devastador tsunami que le siguió.
Las fuerzas de seguridad, que hasta ahora habían tolerado que los sobrevivientes, desesperados por la falta de comida y agua, tomaran provisiones de los negocios cerrados, finalmente decidieron detener a unas 35 personas por robar computadoras y dinero en efectivo.
"El primero y segundo día no había negocios abiertos. La gente tenía hambre. Había gente realmente necesitada. Eso no es un problema", dijo el subcomisario de la policía nacional, Ari Dono Sukmanto.
"Pero tras el segundo día, los alimentos comenzaron a llegar, solo se necesita distribuirlos. Ahora estamos restableciendo le ley".
La desesperación es latente en las calles de Palu, donde las personas, desesperadas, escalan montañas de restos a la búsqueda de algo recuperable.
Otros se amontonan alrededor de los pocos edificios que aún tienen electricidad, o hacen cola para obtener agua, dinero o combustible, escoltados por convoyes de policías armados.
*Con información de AFP