Todavía era de noche cuando se abrieron las grandes puertas de madera del Santo Sepulcro, lugar sagrado del cristianismo, poniendo fin a casi tres días de tensiones con las autoridades de Israel.
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Pese a que era de madrugada, unos cuantos minutos bastaron para que un grupo de fieles católicos emergiera por los callejones oscuros de la Ciudad Vieja para visitar el sitio.
La iglesia, construida en Jerusalén en los lugares en los que, según la tradición cristiana, fue crucificado y enterrado Jesucristo, no había había permanecido cerrada tanto tiempo en los últimos 25 años.
“Rezar por mi país”
El Santo Sepulcro, importante destino espiritual y turístico, suele recibir miles de visitantes cada día, pero el miércoles la afluencia parecía ser mucho mayor.
El cierre sorprendió a miles de visitantes de todo el mundo, muchos de los cuales tuvieron que dejar la ciudad sin haber podido visitar el templo. Quienes pudieron acceder el miércoles, no disimulaban su dicha.
Sameh Zakaria, copto de origen egipcio procedente de Holanda, ya había visitado dos veces el Santo Sepulcro pero afirmó que nunca habría imaginado verlo cerrado. “Ahora soy feliz, podré rezar por mi familia y mi país”, dijo.
“Nada ha terminado”
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, aceptaron formar un grupo de trabajo para negociar con las Iglesias la cuestión de los impuestos.
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Además, ordenó suspender todo el trabajo legislativo sobre la venta de bienes de las Iglesias en Jerusalén y encargó a uno de sus ministros estudiar el tema.
Las Iglesias acogieron positivamente la noticia pero se mostraron prudentes.
“No nos gusta emplear la palabra 'victoria' porque nada ha terminado. El primer ministro dijo que todavía quería negociar”, declaró Farid Jubran, asesor jurídico de la custodia, guardiana del lugar santo en nombre de la Iglesia católica.
Las Iglesias se oponen a cualquier iniciativa unilateral que pueda modificar el statu quo que rige las relaciones entre las comunidades religiosas de Jerusalén. También mostraron su preocupación ante unas actuaciones que persiguen, según ellas, socavar la presencia cristiana en Jerusalén.
