Marcelo Odebrecht, de 49 años, fue trasladado por la mañana desde una cárcel de Curitiba hasta un juzgado de la ciudad, donde se le colocó una tobillera electrónica, antes de partir en una avioneta particular.
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Se espera que el exejecutivo se instale por la tarde en su lujosa residencia de Sao Paulo, donde será recibido por su esposa Isabela y sus tres hijas.
Apodado "el príncipe", Odebrecht dirigió la mayor constructora de Latinoamérica, responsable de obras en todo el mundo. Es nieto del fundador y tercera generación de presidentes del grupo que formó un conglomerado con actividades en otros sectores, como ingeniería, agricultura y petroquímica.
Su declive inició en junio de 2015, cuando fue detenido en el marco de la Operación Lava Jato, acusado de pagar sobornos a decenas de políticos de todas las tendencias para obtener contratos en la estatal Petrobras.
Tras resistir casi dos años a una lluvia de acusaciones, el grupo acordó revelar sus delitos para suavizar las condenas y poder sobrevivir.
Las confesiones condujeron a cientos de investigaciones contra ministros, diputados y empresarios de Brasil y de otros países latinoamericanos. En Perú, incluso, la investigación está a punto de provocar la destitución del presidente Pedro Pablo Kuczynksi, y en Ecuador ya llevó a la cárcel al vicepresidente Jorge Glas.
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En total, 77 ejecutivos y exejecutivos firmaron un acuerdo de delación premiada y relataron en detalle los engranajes de la corrupción. Se supo así que en el seno de la firma existía un departamento dedicado exclusivamente a mover ese dinero ilegal.
Gracias a estas confesiones, Odebrecht logró reducir a diez años su condena inicial, que era de más de 19 años de cárcel.
La empresa se comprometió además a pagar una multa de 2 mil 600 millones de dólares a los gobiernos de Brasil, Estados Unidos y Suiza.