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Otto Wolff: "Los guatemaltecos somos muy chispudos"

Otto Wolff es un guatemalteco que se ha interesado en inmortalizar detalles de la identidad del país, sobre todo, la manera de hablar. Eso lo llevó a publicar “Soy chapín”, un simpático glosario de palabras que se utilizan los guatemaltecos.

No toques eso, está shuco”, es una frase que en muchas ocasiones hemos utilizado los guatemaltecos cuando algo está sucio.

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Como esta situación, hay muchas palabras que se utilizan en el país, como buzo, caquero, sheca, pashtudo, agarrado, codo y tipunco.

Publinews conversó con Otto Wolff, publicista guatemalteco que ha dedicado varias publicaciones acerca de cómo se habla en el país.

Su última obra es “Soy chapín”, un glosario de expresiones y palabras que utilizan los chapines.

¿Cómo se te ocurrió la idea de este proyecto?

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El libro “Soy chapín” surge de la experiencia acumulada en procesos y proyectos editoriales anteriores, con el objetivo de hacer un homenaje a los guatemaltecos y a la forma en la que nos expresamos.

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El guatemalteco tiene su forma muy peculiar de ver la vida y de ponerle nombre a todo. De hecho, el nombre “Soy chapín”, la palabra chapín tiene muchos detractores y otros que la apoyan.

Haciendo una pequeña investigación, al final, es verdad que los orígenes de la palabra vienen de las sandalias que se usaban en los siglos XVI y XVII en España, pero la Real Academia Española reconoció hace tiempo la palabra como un gentilicio.

Como lo interpreto, es que nuestro idioma o el lenguaje en general es un ser con vida. El tema está vivo y está evolucionando.

En definitiva, uno dice que si es un gentilicio reconocido de manera internacional, y así nos llaman de una manera más coloquial, entonces decidí utilizarlo como el eje central de esta obra y como inspiración para todo lo que incluye el libro.

¿Cómo ideaste este formato, horizontal?

El formato es muy práctico y, de cierta manera, accesible.

Mi idea es que muchos tengan acceso a este pequeño glosario y que lo puedan hacer para que sea un paréntesis en el día a día, que les provoque una sonrisa, que les traiga un recuerdo o una anécdota de una persona querida, y que pueda ser un obsequio fuera de lo común para alguien que aprecie haber nacido en Guatemala.

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¿Cuál fue el proceso para encontrar estas expresiones?

El proceso de “Soy chapín” fue propio. Hice una labor interna. Lo compartí y comenté de manera muy puntual con algunos amigos para que me dieran su opinión. Al final me expresaron que les había parecido frescos el tema y la idea.

El libro tiene como antecedentes las publicaciones de libros anteriores. Mientras fui socio de la editorial DBuk Editors, fue en la época en la que se produjeron títulos como “Nostalgia guatemalteca”, que también es un glosario muy amplio de palabras guatemaltecas que trata de palabras de toda índole, como objetos, lugares, personas, expresiones.

Es muy amplio y ese mundo lo es tanto que no fue suficiente un solo libro. Se publicó un segundo tomo. Después de la experiencia adquirida durante esos años, me quedó una semilla muy particular.

Esos libros y toda esta tendencia de obras inspiradas en modismos guatemaltecos surgen en mi cabeza a consecuencia de la búsqueda de nuestra identidad.

El guatemalteco promedio se queja de que tenemos poca identidad y de que no tenemos símbolos que nos llenen de orgullo, no digamos personajes que llenen de orgullo a un pueblo. Guatemala es difícil de convencer o de tener contentos.

El medallista olímpico Erick Barrondo es un ejemplo. Este año no tuvo la oportunidad de demostrar el desempeño que todos esperaron, y surgió un gran número de detractores. No debería ser así.

Él hizo un trabajo y se preparó, pero él es un humano y un guatemalteco como nosotros, y es parte de su vida y su proceso. Son cargas muy pesadas que el guatemalteco les pone, en general, a sus personalidades. Se le olvida que son seres humanos.

Esta suma de características que se le suman al carácter guatemalteco hace que perdamos de vista temas de identidad que pueden llegar a ser una fortaleza que nos define en comparación con el resto del mundo.

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Un lugar donde es muy evidente la identidad guatemalteca es el idioma. El guatemalteco le pone nombre a todo. Y, si no tiene o no sabe el nombre, pues se lo inventa. Si no sé qué es un objeto, digo “pásame ese cuenterete” o “quitame ese chunche”.

Eso sucede hasta en los casos de las personas.

Así es. Le ponemos nombre a todo. Incluso, a las personas. Así surge el concepto de este libro y me pregunto: ¿Realmente, el chapín qué es? ¿Será astuto? Y me respondo: “No, es buzo”. ¿Será que es enamorador o conquistador? No, es cantineador.

Tampoco es crespo, aunque en las cédulas anteriores dijera que una persona tenía “cabello crespo”. Para nada, son colochos. Tenemos palabras tan nuestras que nos identifican en cualquier parte y hace que las reconozcamos.

Cuando uno está afuera de Guatemala y escucha una conversación, y se escucha “Fíjense, muchá” seguramente es guatemalteco. Es parte de esa identidad que compartimos con el mundo.

Uno de los objetivos de publicar obras como esta es ayudar a hacer sentir al guatemalteco orgulloso de su identidad y que la descubra hasta en los más mínimos detalles, como en la manera tan peculiar en que hablamos.

Te interesa mucho lo que sucede en este país. ¿Qué te gusta más de ser guatemalteco?
Me gusta mucho la chispa. El guatemalteco, si no sabe cómo salir de una situación, se inventa la salida. No hablo de mentir.

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El guatemalteco es muy chispudo y aventado. Hay un punto en el que las situaciones empujan a ser aventado. En general, todas las nacionalidades tienen muchas características, pero el guatemalteco, si no sabe hacer algo, se lo inventa (risas).

Busca la forma de hacerlo. Es ocurrente. A diferencia de culturas nórdicas, ellos son muy esquematizadas y hacen las cosas muy ordenadas. El guatemalteco es muy improvisador.

¿Cómo describes este libro, usando palabras de esa obra?
Es un libro bien chilero que tiene muchas guasas chapinas y es para que se lo disfruten los que son más chispudos. Algo así (risas).

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