Alfredo Galán Sotillo es considerado uno de los asesinos en serie más notorios de la historia reciente de España, pese a que su nombre es poco recordado por las nuevas generaciones. Conocido como “el asesino de la baraja”, asesinó a seis personas e hirió a otras tres en apenas unos meses del año 2003, sin un móvil claro, más allá de la simple curiosidad por quitar la vida.
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Su primera víctima fue un portero de edificio en Madrid, asesinado de un disparo en la cabeza. A partir de entonces, sus ataques se volvieron más osados y aleatorios: disparó a personas que esperaban el autobús, atacó en un bar en Alcalá de Henares y mató a un matrimonio en Arganda del Rey. Lo más desconcertante fue su aparente ausencia total de motivación, lo que dificultó la labor policial.
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El apodo que lo hizo mediáticamente famoso surgió cuando junto al cadáver de una de sus víctimas se encontró un as de copas. Al enterarse por los medios, Galán comenzó a dejar cartas similares junto a sus siguientes crímenes, contribuyendo a alimentar su propia leyenda criminal.

Su captura fue tan inusual como sus crímenes: se entregó voluntariamente y ebrio en una comisaría de Puertollano, quejándose de la ineficacia policial. Su confesión incluía detalles que solo el autor de los crímenes podía conocer. Aunque intentó desdecirse durante el juicio, las pruebas eran concluyentes.
Fue condenado a 142 años de cárcel por seis asesinatos consumados y tres en grado de tentativa, además de indemnizaciones millonarias. Sin embargo, por la legislación vigente en el momento, solo cumplirá 25 años de prisión, por lo que podría salir en libertad en 2027.
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Exsoldado y veterano en Bosnia, Galán utilizó durante los crímenes una pistola Tokarev de calibre 7,62 mm, disparando siempre a corta distancia.
