Un beso no se reduce simplemente a “besar bien” o “besar mal”. La ciencia sugiere que la diferencia entre un beso inolvidable y uno sin mayor impacto podría estar en la compatibilidad biológica y genética entre dos personas.
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Investigaciones realizadas por universidades europeas y publicadas en revistas científicas especializadas han revelado que elementos como el sistema inmunológico, el olfato, la composición de la saliva e incluso ciertas bacterias desempeñan un papel clave a la hora de determinar qué tan especial puede sentirse un beso.
¿Qué dicen los estudios sobre la genética y los besos?
El experimento de Claus Wedekind en la Universidad de Berna reveló que las personas tienden a sentirse más atraídas hacia quienes tienen genes del sistema inmune diferentes a los propios, conocidos como MHC o HLA. Esta diversidad no solo favorece defensas más fuertes en una posible descendencia, sino que también activa señales inconscientes durante el contacto físico.

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Cuando besamos, el cuerpo “lee” estas claves biológicas a través del gusto, el olfato y los compuestos presentes en la saliva. Si existe compatibilidad genética, el cerebro responde liberando sustancias como dopamina, oxitocina y serotonina, vinculadas al placer, la conexión emocional y la sensación de enamoramiento.
¿Qué papel juegan las bacterias en un beso?
Más allá de la genética, la ciencia también ha demostrado que la química de un beso involucra a las bacterias. Una investigación publicada en la revista Microbiome señaló que en solo 10 segundos de beso se pueden intercambiar hasta 80 millones de bacterias.

Este intercambio no es casual. Si el microbioma de la otra persona “armoniza” con el tuyo, es más probable que experimentes comodidad y atracción; si no, puede surgir un rechazo biológico, incluso si no eres consciente de ello.
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Más que técnica, es biología
En conclusión, la diferencia entre un beso “normal” y uno “perfecto” no está únicamente en la técnica, sino en factores invisibles que deciden la compatibilidad entre dos personas. Genes, feromonas y bacterias actúan en conjunto para que, de forma automática, tu cerebro decida con quién un beso puede ser inolvidable.