Ser mamá viene con una lista infinita de tareas, expectativas y responsabilidades. Se espera que seas fuerte, paciente, amorosa, organizada, y que no te canses nunca. Pero detrás de esa imagen de supermamá, hay una mujer que también necesita espacio, cuidado y, sobre todo, comprensión. Este Día de la Madre, recordamos algo esencial: también está bien no estar bien.
Está bien no tener todas las respuestas. Ser mamá no te convierte en una enciclopedia emocional o en una máquina de soluciones. Dudar, cansarte o sentirte abrumada no te hace menos madre, te hace humana. Aceptarlo no es rendirse, es un acto de valentía.
Está bien pedir ayuda. Ya sea con la pareja, la familia, un terapeuta o amigas. Delegar no es fallar, es cuidarte para seguir cuidando. La salud mental de mamá también debe ser una prioridad. No se trata de “aguantar” sino de sanar, respirar y reencontrarse.
Está bien tomarte un momento para ti. Un café en silencio, una siesta, un paseo o incluso llorar si lo necesitas. Porque ser madre no significa desaparecer como mujer. Tus emociones también cuentan, y no tienen por qué quedarse escondidas detrás de una sonrisa forzada.
Este Día de la Madre, celebremos también a las mamás que se permiten ser vulnerables. Las que se reconstruyen, las que buscan apoyo y las que entienden que el amor propio también es parte de la maternidad.