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En un día como hoy , el Sistema Solar, tal como lo conocíamos, perdió a uno de sus miembros, reduciendo el número de planetas de nueve a ocho y relegando a Plutón a una nueva categoría.
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En una decisión histórica que generó tanto debate en la comunidad científica como nostalgia en el público general, la Unión Astronómica Internacional (UAI) estableció una nueva definición de “planeta”. A partir de ese momento, para que un cuerpo celeste sea considerado como tal, debe cumplir con tres criterios específicos: orbitar alrededor del Sol, tener una masa suficiente para que su propia gravedad le haya otorgado una forma prácticamente esférica y, crucialmente, haber limpiado la vecindad de su órbita de otros objetos.
Fue este último requisito el que selló el destino de Plutón. Descubierto en 1930 por Clyde Tombaugh, durante décadas fue el noveno y más lejano planeta de nuestro sistema. Sin embargo, con el avance de la tecnología y el descubrimiento de numerosos objetos en una región más allá de Neptuno conocida como el Cinturón de Kuiper, la singularidad de Plutón comenzó a ser cuestionada. La existencia de cuerpos de tamaño similar, como Eris, hizo insostenible su estatus planetario bajo una definición más rigurosa.
La órbita de Plutón no está “despejada”; comparte su espacio con una multitud de otros cuerpos helados. A diferencia de los ocho planetas restantes, que son los dominantes gravitacionales en sus respectivas trayectorias, Plutón es solo uno más entre muchos en su zona. Por esta razón, la UAI lo reclasificó como “planeta enano”, una nueva categoría creada para designar a aquellos cuerpos que cumplen los dos primeros criterios, pero no el tercero. Esta medida, aunque científicamente fundamentada, significó el fin de una era y reescribió los libros de texto de astronomía en todo el mundo.