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El 28 de julio de 1976, la ciudad de Tangshan, en China, fue el epicentro de un terremoto de magnitud superior a siete grados en la escala de Richter.
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Este trágico evento se cobró la vida de más de 242,000 personas, convirtiéndose en el segundo terremoto más letal registrado en la historia. Solo es superado por el terremoto de 1556 en Shanxi, también en China, que dejó una cifra aún más escalofriante de 830,000 fallecidos.
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La magnitud de la catástrofe en Tangshan conmocionó al mundo, evidenciando la vulnerabilidad de las poblaciones frente a la fuerza de la naturaleza. Los esfuerzos de rescate y recuperación fueron masivos, aunque la devastación fue tan extensa que reconstruir la ciudad llevó años.
Este suceso sirvió como un recordatorio sombrío de la importancia de la preparación y la investigación sismológica para mitigar los efectos de futuros terremotos. La memoria de Tangshan perdura como un testimonio de la capacidad de adaptación humana frente a la adversidad.