El 1 de noviembre, Guatemala amanece entre olor a pino y flores. En Sumpango, los barriletes gigantes se preparan para alzarse al cielo; en Salcajá, los faroles de ayote esperan la noche para iluminar las calles; y en Sololá, las familias tejen coronas con flores frescas.
En cada rincón del país, los hogares y los pueblos se preparan para el mismo propósito: recibir a los difuntos que, según la tradición, vuelven a casa por una noche.
El Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos son fechas que, para muchos guatemaltecos, abren un portal simbólico donde vivos y muertos se reencuentran. Cada región tiene su propio ritual para esta conexión.
1. Barriletes en Sumpango y Santiago Sacatepéquez
Durante meses, las familias construyen barriletes gigantes de papel. Estos vuelan con mensajes escritos para los difuntos, y se cree que funcionan como un puente espiritual entre la tierra y el cielo.
2. Velas y faroles en Salcajá, Quetzaltenango
Niños y adultos caminan con faroles hechos de ayote que iluminan el camino hacia el cementerio. La luz de las velas es una guía para las almas que regresan.


3. Coronas de flores y pino en Sololá
Las tumbas se adornan con coronas de flores locales y ramas de pino. El aroma del pino simboliza pureza y es una bienvenida para quienes vuelven, marcando un ambiente de respeto y recogimiento.
4. Altares familiares en hogares rurales y urbanos
En muchas casas, se levantan altares con fotografías, velas y objetos personales.
Cada elemento tiene un significado: la vela, la guía; la comida, la bienvenida; el retrato, la presencia.
En la familia Méndez Vielman, en la capital, los hijos y nietos preparan el altar para sus abuelos.
“Desde hace varios años lo hacemos. Es tradición desde mi abuela, y ellos también lo hacían con sus muertos”, dijeron a Publinews.
El altar se adorna con papel naranja y amarillo, flores y fotos, incluso de las mascotas que ya partieron. Colocan objetos que recuerdan a sus abuelos, como una moto, una camisa, tijeras y una máquina de coser.
“La noche del 1 de noviembre encendemos una vela y hacemos una oración. Ellos, para nosotros, se representan a través de la luz. Cuando las llamas se mueven, sentimos que nos escuchan, que vienen a visitarnos”, contaron.
5. Comida y convivencia en los cementerios
En varios lugares, las familias se reúnen en los cementerios para compartir fiambre, pan y bebidas. No es una visita solemne: se conversa, se cantan canciones y se cuentan historias.
Para la familia Ajanel López, de Sololá, esta tradición es fundamental. “Desde niños nos enseñaron que el 1 de noviembre es para estar juntos, vivos y muertos”, dijo María Ajanel a Publinews.
“Preparamos fiambre, flores, y esperamos que las velas guíen a los que ya no están. El aroma del pino en las coronas y de las tumbas recién pintadas es como preparar la casa para ellos”, agregó María Ajanel.
En Guatemala, la muerte no es un final, sino una visita esperada. Cuando los barriletes tocan el cielo y las velas se encienden, las familias creen que sus difuntos regresan. Entre flores, comida y viento, el país entero se siente acompañado.