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El panorama energético global se ha visto sacudido por la reciente imposición de sanciones por parte de Estados Unidos a las principales petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, en represalia por la continuidad de la invasión de Ucrania.

La respuesta del mercado no se hizo esperar: el precio del barril de crudo Brent, referencia en Europa, escaló más de un 5%, alcanzando niveles cercanos a los $66 US Dólares por barril, mientras que el West Texas Intermediate (WTI) de Estados Unidos, experimentó un repunte similar, superando los $61 US Dólares.
Este aumento se alinea con la advertencia emitida previamente por el presidente ruso, Vladímir Putin, quien había alertado sobre una hipotética “fuerte aumento del precio del petróleo” como consecuencia directa de las medidas punitivas impuestas por la Casa Blanca. El mandatario buscaba así persuadir a Washington de que el castigo económico a Moscú resultaría contraproducente para la estabilidad de los mercados mundiales.

La inquietud en los mercados se intensificó al conocerse que importantes actores globales están reevaluando sus lazos comerciales con Moscú. Específicamente, las principales petroleras estatales de China, como PetroChina y Sinopec, han suspendido la compra de petróleo ruso importado por vía marítima a raíz de las nuevas sanciones. Esta decisión es un golpe significativo para la economía rusa, ya que China es el principal importador de su crudo por mar, con una cifra de alrededor de 1,4 millones de barriles diarios. Aunque China se opone formalmente a las sanciones unilaterales, la cautela de sus empresas ante el riesgo de ser afectadas por las restricciones estadounidenses demuestra el impacto real de las medidas.
La suspensión de la demanda en China y la posible reducción de compras por parte de India —el segundo mayor comprador de crudo ruso—, avivan los temores de una escasez global de suministro y una desestabilización profunda en la relación entre oferta y demanda, a pesar de que la producción global se mantiene robusta. Expertos señalan que el foco ahora está puesto en la búsqueda de proveedores alternativos en Oriente Próximo, África y América Latina para satisfacer las necesidades energéticas de Pekín y Nueva Delhi, lo que podría mantener la presión alcista sobre los precios en el corto plazo.
