El nombramiento de Sébastien Lecornu como nuevo primer ministro de Francia ha comenzado en medio de una fuerte agitación social. Apenas un día después de asumir el cargo, el país vivió una jornada de intensas protestas bajo el lema “¡Bloqueemos todo!”, en rechazo al recién aprobado presupuesto de austeridad.
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Según datos del Ministerio del Interior, más de 175,000 personas salieron a las calles en ciudades como París, Lyon, Marsella, Rennes y Burdeos, aunque la cifra fue elevada a 250,000 por el sindicato CGT. Para contener las movilizaciones, el Gobierno desplegó a 80,000 agentes de policía. La jornada terminó con 473 detenidos y numerosos incidentes, incluidos bloqueos de carreteras, barricadas, disturbios en liceos y enfrentamientos con las fuerzas del orden.
En París, las protestas paralizaron zonas clave como la estación Gare du Nord, mientras que en Rennes se incendió un autobús y en Niza fue cerrada una estación tras intentos de allanamiento. Pese a su intensidad, el objetivo de “paralizar el país”, inspirado en los chalecos amarillos, no logró consolidarse del todo.
Lecornu, de 39 años, asumió el cargo tras la dimisión de François Bayrou y prometió cerrar la brecha entre la política y las demandas ciudadanas. Mientras tanto, el presidente Emmanuel Macron llamó a alcanzar acuerdos urgentes para garantizar la estabilidad económica. Todo esto ocurre a solo días de una huelga general convocada para el 18 de septiembre, en un clima político y social que no da tregua.