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En el corazón de la simbología que define a Guatemala, se erige imponente la Ceiba Pentandra. Su designación como Árbol Nacional no fue un hecho fortuito, sino el reconocimiento a una profunda conexión cultural e histórica que se remonta a la civilización maya. Fue durante el gobierno del presidente Carlos Castillo Armas que se emitió el acuerdo gubernativo que, con fecha 8 de marzo de 1955, oficializó a este coloso de la naturaleza como un símbolo patrio.
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La iniciativa para este nombramiento provino del botánico salvadoreño Sixto Padilla, y fue respaldada y gestionada por el botánico guatemalteco Ulises Rojas. Esta decisión buscó honrar la reverencia que los pueblos originarios profesaban por este árbol. Para la cosmovisión maya, la Ceiba, conocida como “Yaxché”, representaba el eje del universo, un árbol sagrado cuyas ramas se elevaban hacia los cielos y sus raíces penetraban en el inframundo (Xibalbá), conectando así los tres niveles del cosmos.
Considerada fuente de vida, sabiduría y resistencia, bajo su frondosa copa se realizaban ceremonias y se impartía justicia. Su imponente presencia, que puede superar los 50 metros de altura, y su robusto tronco, a menudo cubierto de espinas en su juventud, han sido desde siempre un símbolo de fortaleza y protección para las comunidades. Al declararla Árbol Nacional, Guatemala no solo escogió una especie botánica, sino que abrazó un legado de respeto por la naturaleza y reconoció la riqueza de su herencia multicultural.