Ubicado en el corazón del Parque Nacional Yellowstone (Wyoming, EE.UU.), el supervolcán de Yellowstone —con su caldera de 55 km de ancho y 72 km de largo— es uno de los sistemas volcánicos más impresionantes y monitoreados del planeta. Aunque su actividad geotérmica alimenta géiseres icónicos como el Old Faithful, su potencial para desencadenar una erupción catastrófica lo ha convertido en objeto de estudio y mito.
Tres súper erupciones en los últimos 2.1 millones de años: la más reciente (Lava Creek) formó la actual caldera hace 640,000 años.
En julio de 2024, una pequeña explosión hidrotermal lanzó material a 200 metros de altura, recordando su dinamismo.
Estudios publicados en Nature revelan que el magma está distribuido en cámaras separadas, reduciendo el riesgo de una erupción masiva a corto plazo.
Yellowstone registra ~2,000 sismos anuales (la mayoría imperceptibles) y episodios de elevación del suelo, como entre 2004-2008 (20 cm en zonas de la caldera).
Aunque una erupción afectaría a estados vecinos con lava y ceniza, los científicos descartan un escenario de “extinción masiva”.
En 2017, sugirieron enfriar el magma inyectando agua (costo: $3,460 millones), pero el proceso tomaría miles de años.