A causa del fenómeno de El Niño se prevé que en algunos departamentos del país la temperatura en marzo y abril alcance los 42 grados, según el Centro de Análisis y Pronósticos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh). El calor que ya se percibe en el país representa, además, un riesgo para la seguridad alimentaria de miles de niños.
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La perspectiva climática para los próximos dos meses estará marcada por el fenómeno de El Niño, es decir, la ausencia de lluvias, que puede extenderse a mayo. Asimismo, el Insivumeh advierte de las “anomalías” de temperaturas presentes desde 2023 en el Atlántico, Caribe y golfo de México.
Por ello, la entidad prevé que en Petén se registre como máximo 42 grados, mientras que en el Oriente del país la temperatura alcanzaría los 43 grados, afectando principalmente a Zacapa; en la Costa Sur se intensificaría entre los 37 y 39 grados. En la meseta central, incluida Guatemala, se registrarían temperaturas entre los 32 y 34 grados.
“Las temperaturas más altas pueden registrarse en la región oriental, en especial Zacapa, Chiquimula, Jalapa, Jutiapa, El Progreso, Baja Verapaz, Petén y la capital”, recordó el ente de monitoreo del clima.
Incendios forestales, daños en la piel y déficit de lluvias son algunas de las advertencias que emite el Insivumeh respecto a las altas temperaturas.
El riesgo
Jorge Pernillo, docente e investigador universitario, explicó que existe una acumulación de vulnerabilidad no tratada por la administración pública que aumentó a partir de 2020, con la pandemia del Covid-19, las tormentas “Eta” e “Iota” y el aumento de precios de insumos agrícolas, lo cual provocó que la inseguridad alimentaria aumentara.
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“Según el PMA, el 26% padecía de inseguridad alimentaria de moderada a severa -el porcentaje más alto reportado al momento-, es decir, necesitaban asistencia alimentaria de forma inmediata. Al anterior contexto hay que sumar que en 2023 el territorio se encontró bajo los efectos del fenómeno de El Niño y en consecuencia el MAGA reportó hasta octubre 138 mil 236 familias damnificadas, de las cuales 73% por déficit de lluvia y 27% por exceso (sin contabilizar las afectadas por la tormenta ‘Pilar’ y frentes fríos)”, lamentó Pernillo.
Las familias dañadas en 2023 corresponden al 68% de los efectos provocados por “Eta” e “Iota”, agregó.
“Tenemos una población que no se recupera y que por lo general es la misma que absorbe las pérdidas, aumenta en severidad su vulnerabilidad y expone a otra población a caer en situación crítica para los meses en que las reservas de alimentos se terminan, en otras palabras, siembro este año para poder comer los siguientes meses; sin embargo, por la degradación de los suelos y eventos climáticos se han reducido los rendimientos por parcela sembrada y las pérdidas han aumentado, y eso genera más inseguridad alimentaria, hambre y desnutrición con mayor énfasis en los meses de abril a septiembre, lamentablemente, conocido como ‘hambre estacional’, época en la que se reducen o se consumen las reservas de alimentos y las fuentes de trabajo”, explicó el profesional.
Bajo esas condiciones, se prevé un aumento de la inseguridad alimentaria, diarreas, infecciones respiratorias y desnutrición aguda.
Atención a mediano plazo
Para Pernillo, primero se debe tener conciencia del problema y considera necesario fortalecer la gobernanza para atender el problema desde lo local. En lo particular, consideró que las municipales son fundamentales para accionar a nivel comunitario.
Detalló que la Sesan, desde el cumplimento de su responsabilidad de coordinación y monitoreo-evaluación de seguridad alimentaria, debería de implementar acciones anticipatorias, sistemas municipales de alerta temprana e identificación de hogares con vulnerabilidad moderada y severa a la inseguridad alimentaria, principalmente en los territorios donde los últimos 3 años ha aumentado el problema.
“Para asegurar alimentos (asistencia alimentaria de MAGA) y servicios de salud (MSPAS), además, deben ser apoyados con los servicios de Mides, así como agua y saneamiento ambiental de parte de la municipalidades. Año tras año, se elabora un plan para atender el hambre estacional (copy/paste de los años anteriores); sin embargo, la asistencia alimentaria que debería ser la prioridad se entrega a final de año o en otros meses que no son los más críticos. Espero de corazón que cambie este año y que los resultados mínimos deberían ser la reducción de la desnutrición aguda y la lamentable muerte por este padecimiento”, puntualizó.
El docente universitario remarcó que las medidas propuestas son para atender el momento crítico, mientras a mediano plazo se trabaja en el rescate del servicio público.