En julio pasado, el telescopio ATLAS, ubicado en Río Hurtado (Chile) y financiado por la NASA, detectó un objeto sin precedentes: el cometa 3I/ATLAS, apenas el tercer cuerpo interestelar jamás registrado tras Oumuamua y 2I/Borisov. Procedente de la constelación de Sagitario, este viajero cósmico se encuentra actualmente a más de 670 millones de kilómetros de la Tierra.
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Aunque no representa una amenaza, el 3I/ATLAS ha despertado gran interés científico por su origen extragaláctico y su potencial para revelar secretos sobre la formación de sistemas planetarios distintos al nuestro. Un equipo liderado por Xabier Pérez Couto, del CITIC de la Universidad de A Coruña, logró reconstruir su trayectoria a lo largo de los últimos 10 millones de años, trazando su recorrido a través de la Vía Láctea.
Esta investigación de “arqueología galáctica” convierte al 3I/ATLAS en una especie de cápsula del tiempo, con materiales primordiales que podrían contener claves sobre regiones heladas más allá de la Nube de Oort.
El cometa, con un núcleo de unos 5 kilómetros y una envoltura gaseosa de 50, no es visible al ojo humano debido a su débil brillo. Sin embargo, telescopios como el Hubble o el James Webb seguirán su evolución, abriendo una ventana única al pasado remoto del universo.