Todos hemos sentido miedo en algún momento de nuestra vida, ya sea por un peligro inminente o… porque hemos buscado algo para provocarlo. Ver una película de terror o visitar una casa embrujada pueden ser algunas de las opciones.
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Tratar de experimentar el miedo no es algo típico de las nuevas generaciones. De hecho, viene desde el principio de la humanidad con rituales y otros actos. Y está documentado que en la época de los antiguos griegos y romanos, desde el florecimiento de sus civilizaciones, establecieron la ficción del terror en varias obras literarias.
Pero, ¿qué es exactamente el miedo?
“El miedo, o la detección y reacción de un organismo ante un daño potencial, involucra procesos biológicos innatos que existen en todas las especies, desde los ratones hasta los hombres. El miedo es un comportamiento de adaptación que tenemos para ayudar a identificar las amenazas. Es una habilidad que nos ha permitido como seres humanos sobrevivir a depredadores y desastres naturales”, explicó a Publinews Internacional Seth D. Norrholm, profesor asociado del Departamento de Psiquiatría y Neurociencias Conductuales de la Facultad de Medicina en la Universidad Estatal Wayne, en Estados Unidos.
Según el especialista, el ser humano nace con dos miedos innatos: El miedo a la caída y el miedo a los sonidos fuertes. Otros miedos se identifican como ancestrales o naturales (como serpientes, arañas, insectos, oscuridad), mientras que otros se aprenden (como el miedo a los perros después de ser mordido por uno). Esto significa que muchos o la mayoría de nuestros miedos son aprendidos o transmitidos socialmente.
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Y es precisamente lo que ocurre en nuestro organismo, concretamente en el cerebro, lo que nos puede ayudar a explicar por qué disfrutamos del miedo a pesar de que se supone que es una mala experiencia.
Cuando comenzamos a sentir terror, el “centro del miedo”, llamado amígdala, se activa en nuestro cerebro, “luego en los músculos, las glándulas suprarrenales y la médula espinal. Tus sentidos te dicen lo que ves, hueles u oyes y luego le envían señales a tu cerebro de que esto es algo que esto es algo a lo que debes temer. Luego, la liberación de adrenalina le dice a tu respiración que aumente, a tu corazón que lata más rápido, a tu cuerpo que sude y si debes huir, pelear o congelarte”, agregó Norrholm.
Pero la adrenalina no es la única sustancia que el cerebro libera cuando se activa tu “centro del miedo”, también hay dopamina, que es un neurotransmisor que nos hace sentir placer.
“La búsqueda de emociones o la activación de nuestros circuitos de miedo, por ejemplo, mediante el paracaidismo o el ir a una casa embrujada, puede ser placentera. Como cualquier cosa placentera, como apostar, comer o tomar drogas estimulantes, libera dopamina. Esta es la principal sustancia química de recompensa que ayuda a controlar los centros de recompensa y placer en nuestro cerebro. Cuanto más se recompense un comportamiento, más probable es que alguien continúe haciéndolo”, señaló Seth D. Norrholm.
Así que las reacciones químicas que el miedo produce en nuestro cerebro y que luego viajan a través de nuestro cuerpo son algunos de los principales factores que nos hacen amar ese sentimiento. Y eso podría convertirnos en ¡buscadores de miedo!
Según el profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal Wayne, “lo que hacen los buscadores de miedo es ‘engañar’ fisiológicamente a su cuerpo para que actúe como si hubiera una amenaza presente, de modo que la adrenalina se libere antes de que la razón y la lógica se apoderen psicológicamente”.
Otras investigaciones han encontrado que buscar situaciones que provoquen miedo también está relacionado con mejorar nuestro estado de ánimo e incluso con el sentido de logro, porque logramos superar nuestros miedos e incluso sentir placer.
“La elección de interactuar con contenido aterrador mejora el estado de ánimo, lo cual se relaciona con la información de haber desafiado los temores y aprendido sobre uno mismo. Así que, de manera muy similar a asumir cualquier desafío de alto estrés, elegir cosas que asustan incluye superar o soportar elementos de riesgo y estrés, y una sensación resultante de logro después”, concluyó Margee Kerr, socióloga y autora de “Scream: Chilling Adventures in the Science of Fear” (en español: “Grito: Aventuras escalofriantes en la ciencia del miedo”).
Cuatro preguntas a…
¿Puede el miedo traer placer?
La forma en que nos sentimos o el significado que damos a los cambios que ocurren en nuestro cuerpo se construye dentro del contexto; por lo tanto, cuando elegimos involucrarnos con contenido aterrador dentro del contexto de seguridad y entretenimiento con nuestros amigos o familiares, esos cambios pueden ser entendidos como “divertidos” y “aterradores”.
¿Puede el gusto por el miedo ser compartido con otros?
Así como los amigos pueden compartir preferencias similares por ciertos tipos de música, comida, películas o actividades de ocio, los amigos definitivamente pueden organizarse alrededor y compartir preferencias por ciertos tipos de subgéneros de terror. Algunos pueden estar más metidos en los horrores de la comedia al estilo de las películas de serie B, a otros les pueden gustar más las narrativas sobrenaturales. Es solo una cuestión de preferencia.
¿Por qué buscamos el terror incluso cuando hay mucho que temer en la vida diaria?
Escoger hacer algo que asusta puede resultar en una sensación de logro y conocimiento de sí mismo, por lo que puede actuar como una oportunidad para sentirse más empoderado.
¿La sociedad es adicta al miedo?
No, la adicción es un término clínico que se aplica a los individuos. Las tendencias en las actividades de tiempo libre, como ir a ver películas de terror y casas embrujadas, se pueden observar con el tiempo y los datos muestran que el gasto en Halloween ha crecido exponencialmente en los últimos 20 años.
* Con información de Daniel Casillas.