En este Día del Padre vale la pena reflexionar si por ser padres de este siglo… han cambiado para bien.
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Varios años atrás los roles de los hombres y de las mujeres dentro del mundo familiar estaban muy bien definidos. Los hombres eran los que salían a trabajar para poder mantener a la familia.
Mientras tanto, las mujeres se quedaban en casa a cuidar de los hijos y del hogar. Sin embargo, hoy en día todo ha cambiado. Miramos a mujeres sobresalir en el ámbito profesional y a los hombres ser un éxito total en la vida de sus hijos.
René Sánchez, con tres hijos, describe cómo los padres alrededor del mundo han cambiado su perspectiva acerca de este papel: “Veo papás cambiar la definición de proveedor, a una base que actúa desde las trincheras, al compartir tareas de hogar”.
Él se identifica como uno de esos hombres que se involucran más en la vida doméstica ya que siente que tiene la responsabilidad de devolverle al mundo un ciudadano capaz de transformar su entorno a partir de su integridad y liderazgo.
Para Sánchez esto es “disfrutar la continua escuela llamada paternidad. Un camino sin manual, donde caes en cuenta que eres su líder (de sus hijos) y sólo puedes liderar con el ejemplo. Que cada día logras ser un poco mejor, un poco más líder, y cada vez más humano”.
Roberto Martínez, médico especialista en psiquiatría positiva, identifica esta evolución en los roles de los progenitores no como algo nuevo, sino, como un fenómeno que se ha dado a lo largo de la historia: “De una forma u otra, siempre ha habido padres que quieren estar presentes y otros que mantienen ausentes. Los cambios que se dieron son en la forma, pero no en el fondo”.
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Cambio de roles
En la actualidad, sí podemos encontrar a una madre que trabaja y un padre que se queda en casa. No obstante, no se debe de desvalorizar, por ejemplo, el apego que un bebé le tiene a su mamá los primeros tres años de su vida, tal como lo explica la teoría de desarrollo. “De fondo es necesario el papel de los dos. El padre también puede aportar y aprovechar su disponibilidad con sus hijos”, explica Martínez.
Este podría generar beneficios no solo para el niño, pero también para el adulto. La presencia paternal hace que el pequeño se sienta amado, por ende, se conceptualiza como una persona de valía. Igualmente, un padre que juega con su hijo le enseña su capacidad de disfrutar y se permite asimismo a regresar a su infancia. Sin mencionar, que ambos crecen con una figura de empoderamiento que los ayuda a impulsar sus vidas.
Los padres de este siglo han cambiado para bien. Se aventuran a cambiar los pañales; a jugar con espadas láser o hacer fiestas de té y planear cumpleaños de Peppa Pig. Los hombres que aspiran a una familia desean jugar en la cancha con sus hijos: guiarlos en la vida e instruirlos por medio de la comunicación y el diálogo. Son la muestra exacta de lo que es el amor incondicional. Las prioridades de los padres han cambiado. Ser el mejor en la oficina ya no es lo más importante sino, ser el mejor ejemplo para los hijos.