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Estremecedor relato del padre que nunca dijo a sus hijas a qué se dedicaba para pagar sus estudios

La paternidad es uno de los ejemplos más claros de sacrificio y amor puro. La historia de Isdris conmovió tanto al periodista gráfico que lo entrevistó, como al mundo entero.

Isdris es un hombre trabajador de Bangladesh, quien ocultó su oficio por muchos años para evitar que sus hijas sufrieran lo que él suele aguantar.

El abnegado padre se dedicó por muchos años y sin descanso a ser limpiador de alcantarillas, un trabajo tan sacrificado como menospreciado.

“Nunca les dije a mis hijas cuál era mi trabajo. Nunca quise que se sintieran avergonzadas por mi culpa”, inició su relato.

Señaló al fotógrafo identificado como GMB Akash, que cuando alguna de sus hijas le preguntaba a qué se dedicaba, solía decir que era un obrero.

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“Antes de llegar a casa todos los días, tomaba una ducha en baños públicos, de esa manera no dejaba ningún indicio del trabajo que hacía. Quería que mis hijas fueran a la escuela, que se educaran. Quería que se pararan frente a las personas con dignidad, que nadie las mirara hacia abajo como lo hicieron conmigo”, narró e indicó que las personas solían humillarlo por su labor.

“Invertí hasta el último centavo de mis ganancias en la educación de mis hijas. Nunca me compré una camisa nueva, usaba ese dinero para comprarles libros”.

¿Un hombre pobre?

Isdris contó que a falta de un día para el último plazo de admisión en la universidad, no tenía dinero para la matrícula de su hija. “Me senté a un lado de la basura tratando de esconder mis lágrimas. No tenía fuerzas para trabajar”.

“Nací pobre. Nada bueno le puede pasar a una persona pobre, creía. Después del trabajo, todos los trabajadores se acercaron a mí, se sentaron a un lado y me preguntaron si los consideraba hermanos”, narró.

Antes de que el hombre respondiera, todos sus compañeros le entregaros sus ganancias de ese día.

“Moriremos de hambre hoy si es necesario, pero nuestra hija tiene que ir a la universidad”, le dijeron. Ese fue el día que Isdris llegó a su casa como un limpiador.

También fue el día que él y sus hijas rompieron el círculo de la pobreza. Su hija mayor está a punto de terminar la universidad. Tres de ellas ya no lo dejan trabajar y se hacen cargo de los gastos con trabajos de medio tiempo y asesorías.

“Mi hija universitaria me lleva a mi lugar de trabajo con frecuencia. Y les da de comer a mis compañeros”, expresó.

La mejor recompensa que un padre puede tener al entender que su hija lo hace con un profundo agradecimiento: “ustedes no comieron aquel día y así pude convertirme en lo que soy ahora; recen por mí para que pueda alimentarlos cada día”.

“Hoy en día ya no me siento un hombre pobre. Con hijas así, ¿quién podría serlo?”, dice el orgulloso padre.

 

 

 

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