Hace cinco años, la gente pasó de ver memes como “Forever alone” a ver a gente como “Brian sin suerte” invadir la web, junto con gente como “La novia psicópata”, entre un largo etcétera.
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Ser memes les cambió la vida a estas personas. De hecho, Brian, que en realidad se llama Kyle Craven, ganó 20 mil dólares en campañas publicitarias. Y por su parte, la “novia psicópata”, llamada Laina Morris, ya tiene más de un millón de suscriptores en su propio canal de YouTube. Los dos hicieron un video juntos.
Desde ahí, la imagen real de alguien en memes se popularizó para cimentar carreras o destruir vidas. Porque mientras gente como Kim Kardashian comenzaba a vivir prácticamente de hacerse “selfies”, otros comenzaban a ser objeto de escarnio público simplemente por tener la apariencia equivocada (según un criterio bastante discutible) o estar en el momento equivocado. Portales como The Berry, Wal-mart People y Acid Cow, entre muchos otros, mostraban a gente normal en listas como “31 personas que no crees que puedan existir” o “personas que no deberían tener redes sociales”, etc.
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Por supuesto, los grupos dedicados a los selfies de este tipo pulularon en redes sociales para ser sometidos, con los comentarios, al juicio del internauta común. Incluso hoy en día sigue pasando: Cualquier persona con un selfie que no cumpla ciertos requisitos de gusto puede ver su imagen viralizada e intervenida en Photoshop para causar risa momentánea. El problema es que muchos casos han terminado en tragedia y recuerdan que detrás del meme gracioso hay una persona humillada y con su vida hecha pedazos.
Shutter
Burlarte del otro ya no es divertido
Dani Mathers, exconejita Playboy, fue condenada a 3 años de libertad condicional por exponer públicamente a una anciana de 71 años en un gimnasio de Los Ángeles. Se burló del cuerpo desnudo de la mujer en Snapchat, diciendo: “Si no puedo dejar de ver esto, ustedes tampoco”. Por supuesto, su body-shaming fue condenado en redes sociales y Mathers perdió su trabajo. Su caso, ejemplarizante, es uno de los que recientemente han fallado a favor del demandante.
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De hecho, los padres de Ghyslain Raza y Adam Holland, dos jóvenes que se convirtieron en memes (“Star Wars Kid” y “Go Titans One”, respectivamente), demandaron y ganaron, ya que los dos tienen discapacidad cognitiva. Y así como ellos, otras personas que se han convertido en memes han luchado para que su imagen no se disemine y acabe con sus vidas incluso fuera de la pantalla, como le pasó a la italiana Tiziana Cantone, que ni siquiera tuvo a la ley de su parte. Su video sexual se difundió por todo el país y ella se convirtió en un meme.
Se burlaron de ella y fue acosada hasta el paroxismo. Desesperada, demandó a Facebook y a Google, entre otras páginas. De nada le sirvió ganar, pues la siguieron insultando, tuvo que cambiarse de ciudad y el meme siguió apareciendo. Fuera de eso, tuvo que pagar los costos del juicio: 20 mil euros. Al no poder con tanto, se ahorcó.
Por eso, siempre hay que tener cuidado con lo que se comparte y disemina por internet. Porque todos pueden reírse, pero muchos olvidan, tras una pantalla, lo que debe sufrir la persona que es el blanco de nuestras burlas.