Ya estaba confirmado científicamente que algunos gestos cotidianos, como bostezar o rascarse, son contagiosos.
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Sin embargo, Marie Devaine y Jean Daunizeau, del Instituto del Cerebro y de la Médula Espinal de París (ICM), decidieron ir más lejos en sus análisis y lograron demostrar que nuestras emociones también funcionan a modo de espejo.
Durante el experimento realizado por los científicos galos, decenas de voluntarios participaron en un juego de economía. Antes de la investigación, los participantes tenían que evaluar los resultados obtenidos por otros 'voluntarios'.
En realidad no eran personas, sino un programa de inteligencia artificial cuya estrategia de juego manejaba diferentes grados de pereza, impaciencia o prudencia.
Según las reglas, los sujetos sometidos a estudio debían escoger una foto de varios posibles productos, así como predecir las supuestas acciones del 'voluntario' anterior.
De acuerdo con los investigadores, las actividades de la inteligencia artificial influyeron de manera directa en los niveles de pereza, impaciencia y prudencia de los individuos.
Pero, ¿cuál es la razón de este fenómeno psicológico?
Según opinan los neurofisiólogos franceses, esto puede deberse a la capacidad del ser humano de ponerse en el lugar de los otros para averiguar sus motivos e intenciones.
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De acuerdo con los investigadores, este fenómeno puede también influir en ambas direcciones en los trastornos mentales, como el autismo y la esquizofrenia.