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La chaqueta de ensueño de David Bowie presentada por Gucci en la Semana de la Moda Masculina que se apoderó prácticamente de las redes sociales, quizás hace suspirar a más de un fashionista, pero para el “civilian” que prefiere su camiseta de leñador con tintes grunge y hipster es el significado mismo de la extrañeza.
“¿Quién se pone eso?”, se pregunta, cada vez que ve en pasarela las piezas chinoiserie de Louis Vuitton o los estilismos genderless en pasarela, o los looks que hacen parte del performance común en pasarela.
Y en verdad, ¿llegan a calar las Semanas de la Moda menswear en el vestuario de este hombre acostumbrado a la uniformidad?
Hay que tener en cuenta, como alguna vez lo explicó John Carl Flügel en su texto iniciador “La Psicología del Vestido”, que el hombre jamás pudo volver a adornarse desde la Revolución Francesa, no como antes. El vestido debía ser “serio”, pues el hombre ya no era una criatura ociosa, como sí lo seguía siendo la mujer . Solo hasta las revoluciones sexuales y sociales de los años 60 pudo volver a tomar para sí esta cualidad, pero esta solo ha sido socialmente permitida para nichos como el gay, para los fashionistas más recalcitrantes o para las estrellas de rock, grupos en los que no juegan prejuicios de género y/o vestimenta.
Y aunque es conocido que de la pasarela se transmiten las tendencias a nivel mundial, muy pocas propuestas se asoman de manera tímida en el clóset de un hombre, una construcción que en los últimos años ha tenido muchas variantes (como la androginia y la transexualidad, por ejemplo), pero para un muy pequeño porcentaje de la Humanidad más cercana a la moda que en otras regiones y contextos.
De géneros y compras
Quizás Suzy Menkes se refería a esa porción de población en su columna “Generación Género Neutro” o “Genderless”, tendencia que se apoderó de pasarelas y editoriales. No es raro que Jaden Smith pueda posar con ropa de mujer y crear la suya propia, en un mundo en el que “ya no hay códigos sobre quién debe llevar un vestido de noche en lo que se refiere a la división entre sexos (…) las ideas preconcebidas sobre la ropa han cambiado poderosamente y ahora parece perfectamente normal que un hombre lleve una sudadera gigante con estampados animales o vistas de paisajes. En contraste con las manifestaciones del pasado, desdibujar el género hoy en día no es una declaración provocativa. Es sólo una forma de vida.”, afirmaba la editora digital de Vogue, que también se preguntaba si esto solo podía aplicar para una generación con menos prejuicios y menos poder adquisitivo.
Pero lo cierto es que el mercado de moda para hombre ostenta su propio poderío: Según el último reporte del portal “Business of Fashion”, en 2013, los bienes de lujo para hombre crecieron de un 9 a 13%. Un del grupo NPD mostró que los ingresos en este nicho fueron de 60 billones de dólares. Asimismo, marcas de lujo como Hermès, Lanvin, Prada y todas las integradas al conglomerado LVMH, estaban abriendo más tiendas dedicadas a ellos. De hecho este último grupo invirtió 135 millones de dólares en esta categoría y marcas como Coach esperaba para el año pasado vender un billón de dólares.
“Ahora el hombre se preocupa más por vestirse mejor, por verse mejor. No necesariamente tiene que ser gay para consumir moda. Hay muchos íconos en las redes sociales y tenemos un mundo de información accesible para el hombre que busque su identidad a través de esta. Mira a Cristiano Ronaldo o a Messi posando para las grandes marcas”, afirma el diseñador colombiano Juan Pablo Socarrás, al hablar de un fenómeno que sin embargo, en otras latitudes está bastante lejos de concretarse.
Una revolución tímida
Hay lugares donde un hombre como el bloguero filipino BryanBoy, con más de 576 mil seguidores en Instagram y con looks totalmente transgresores, no podría pasearse sin temor de que lo ataquen o de se generen dudas sobre su sexualidad. Y ni hablar de un niño como Alonso Mateo, más acorde a la estética de un Chuck Bass del “Gossip Girl” del Upper East Side neoyorquino que la de una calle latinoamericana.
Simplemente, la moda traducida en términos másculinos, en lugares más tradicionales, se entiende en la pretensión.
“Es absolutamente imposible que, con el machismo del hombre latinoamericano algo como lo que presentó Gucci, Louis Vuitton o J.W Anderson llegue al mercado masivo, porque el hombre latino siente el temor de perder su frágil virilidad. Por eso las tendencias se adaptan mucho menos que las de mujer y lo hacen de manera más lenta. Vemos cosas convencionales como Tommy Hilfiger, pero lo de Anderson, jamás. Porque el mercado latino es conservador, si se habla de moda masiva. El alternativo es pequeño y pobre. El chico que quisiera usar una chaqueta como la de David Bowie de Gucci no tiene el dinero. Y el que tiene el dinero preserva el status quo”, afirma Gustavo Prado, maestro, consultor de tendencias y director de la agencia Trendo. Por eso las marcas masivas exitosas en el sector y la región presentan pocas variantes- que aún así funcionan- sobre el traje tradicional.
¿Algún día un hombre podrá ir con un vestido floreado sin que se burlen de él en la calle? Quizás en algunos lugares, eso pasará en mucho tiempo. Por ahora, el hombre común seguirá horrorizándose de la pasarela mientras que su jefe probablemente compre el último maletín Prada de temporada con el que viajará a Londres.