“Divinas”: el lado oscuro de la moda y la belleza que nunca nos muestran los medios

"Tontas como una oca, bellas como un pavo real"

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Cara Delevingne, Kendall Jenner.  Kate Moss, Gisele Bündchen. Grandes nombres de modelos que son adorados y seguidos por millones en redes sociales porque  representan belleza y el ideal de mujer moderno. Y desde que se inventaron las modelos, siempre ha sido así: ellas son la imagen que supuestamente el resto de mujeres debe de seguir a costa de su salud y de reglamentos sociales y culturales  que se vuelven cada vez más tiránicos.

Esto es lo que analiza Patrícia Soley- Beltrán en su libro “¡Divinas! Modelos, poder y mentiras”
, premio Anagrama de Ensayo 2015. Su libro habla de cómo se ha transformado el papel de la maniquí en un ideal social y también cómo este ha influído en la cultura en fenómenos como el racismo, los trastornos alimenticios e incluso, el papel de la mujer. Este medio habló con ella al respecto de su libro y de lo que es la modelo en la actualidad.

¿Por qué se tiende a juzgar la belleza con ciertos valores tan limitados para la construcción de la mujer? ¿Por qué la modelo  o la mujer “bella” solo puede ser vista como un objeto decorativo, pero apenas se “rebela” parece que se acaba el mundo?

De hecho, valorar a las mujeres por su cuerpo es una actitud enraizada en una cosmología, en un modo de concebir el mundo. En nuestra cosmología a las mujeres y a la feminidad se la asocia con el cuerpo y a los hombres y la masculinidad con la mente. De esta división binaria cuelgan una serie de significados también asociados al género, tales como femenidad:naturaleza:emoción:objeto:pasivo:reproductivo contrapuestos a masculinidad:cultura:razón:mente:sujeto:activo:productivo.

Este el marco conceptual mediante el cual pensamos, sentimos y miramos al mundo y a los seres humanos, incluida nuestra propia persona. Creemos que el orden social depende de nuestra obediencia a este marco y, por esta razón, cualquier comportamiento que disienta se tiende a percibir como una amenaza. Por lo tanto, es cierto que “se acaba el mundo”, pero no para mal, pues se quiere hacer evolucionar un mundo de injusticia hacia uno mejor.


¿Es solo la moda un espejo de lo que ocurre en la sociedad o es un sistema configurado para definir a la sociedad? Por ejemplo, se culpa a la moda de “provocar” la anorexia. Pero ¿es su sistema o es la configuración cultural lo que provoca esto?

Los trastornos de la alimentación son un fenómeno complejo en el que intervienen diferentes factores. Dicho esto, no hay duda de que el gran aumento de trastornos de la alimentación atípicos entre varones y mujeres de diferentes edades está conectado con el modelo de delgadez imperante.

El cuerpo delgado, joven, blanco, se asocia a un determinado estilo de vida desahogado y se presenta como un modelo de identidad ideal que sostiene unos determinados valores. En mi libro “¡Divinas! Modelos, poder y mentiras” exploro la historia del desarrollo de la modelo como un patrón de identidad ideal, en su contexto cultural, social, político y económico.

Hemos visto  modelos con vitiligo, modelos plus size, modelos ancianas que protagonizan campañas de moda,  e incluso ¡modelos con Síndrome de Down! ¿Cree usted que son solamente recursos de mercadotecnia para impulsar a posibles nichos de mercado? ¿Es ese “empoderamiento” solo una manera en el que la moda se renueva para poder alimentarse de un fenómeno muy común hoy, la identificación o indignación inmediata a través de las redes sociales?

No hay duda de que es una estrategia de marketing para aparentar que se representar de la diversidad humana, obedeciendo a la presión de las consumidoras. La utilización de la llamada “gente normal” se ha dado con anterioridad en el más de siglo y medio de historia de la utilización de las maniquís, es decir, de mujeres de carne y hueso como recurso para vender. Hasta ahora, la ‘gente normal’ ha sido ha sido una tendencia pasajera.

En la actualidad no parece que haya un verdadero cambio de la modelo-percha típica, pues creo que los ejemplos mencionados son las excepciones que confirman la regla. Ni se ha aumentado la representación de etnias no blancas, ni de edades diferentes. Las tallas ‘grandes’ sí son más claramente una bienvenida apuesta por un nuevo nicho de mercado pero se proponen como algo ‘aparte’, separado de las tallas ‘pequeñas’.

¿Cree usted que se sigue viendo en la moda  una continuada visión colonialista en cuanto a la raza, la etnia o la cultura como la de hace siglos? ¿Por qué se ha llegado al punto de hacer editoriales con modelos “blackfaced” en una época donde esto supuestamente es una muestra de discriminación abominable?

Se dan muchas actitudes racistas en la publicidad y la moda, al igual que en muchas otras capas sociales. Algunos agentes claves del sector, como modelos, fotógrafos, etc, lo denuncian. Las muestras de discriminación abominable, como bien las calificas, se dan debido a una mezcla de dos factores: uno es marcar diferencias como objetivo para posicionar una marca; otro es el analfabetismo visual de algunos profesionales del sector que no saben ver el racismo de los códigos de representación que manejan.

¿Por qué a pesar de ver tantas cosas que suceden alrededor del mundo del modelaje, hoy por hoy la modelo es una diosa alabada, como sucede con Cara Delevingne, Miranda Kerr o Giselle Bündchen?

Sus cuerpos son como cálices simbólicos cargados de los valores de la sociedad de consumo, una sociedad en la que la retórica y la iconografía religiosa es apropiada para vender productos mediante la creación de un seductor sueño de bienestar eterno.
 

¿Por qué las mujeres siguen queriendo ser modelos? ¿Por qué a pesar de tantas reivindicaciones feministas y empoderamiento (un término, por demás, bastante trillado en las revistas femeninas a través del vestuario), el mito de la Cenicienta sigue siendo real?¿Por qué muchas  quieren ser como una Natalia Vodianova?

Mi teoría, basada en más de veinte años de estudio histórico, sociológico y filosófico, es sencilla: creemos en Cenicienta porque existe mucha pobreza, miseria, violencia, injusticia e infelicidad en el mundo. El hechizo del glamour nos conquista porque simula ofrecer una salvación en una realidad falta de esperanza y de autenticidad. El consumo de productos y la fetichización de las personas parece haberse convertido en una actitud corriente y aceptable en amplias capas sociales.

Existen muchos intereses para que este statu quo persista. Querer ser como estas diosas de usar y tirar (como mujer) o creer que debes desearlas (como hombre) es una actitud fruto de la seducción que su supuesto estilo de vida fácil y placentero, y su juventud eterna ejerce sobre nosotros. Como sociedad tenemos que reflexionar sobre los valores culturales que están encarnando (esto es lo que yo he hecho en Divinas) y plantearnos si deseamos seguir con este culto a Mamón.
 

¿Puede desligarse la modelo de ser un mero mito erótico y representar en sí otros relatos?

Por supuesto que representa otros relatos. De hecho, el erotismo relacionado con sexualidad (se pueden erotizar muchas otras cosas) en la modelo no aparece hasta la década de los 70 del siglo XX. Los muchos relatos que ahora encarna la figura de la modelo son el fruto de la adición de una serie de capas de significados acumulados durante más de un siglo y medio de historia, significados ligados a cambios políticos y sociales, económicos, intereses de geoestrategia global, etc. Es increíble lo que se puede aprender de una cultura, la nuestra, mediante el estudio de una figura aparentemente tan banal como la de la modelo.

¿Cómo ve usted que ha influido la industria de la moda hoy para las diversas expresiones del “ser mujer”? ¿Qué es ser mujer, con tantos fenómenos adyacentes que suceden alrededor de esta?

Como investigadora, no creo que se pueda separar la industria de la sociedad, es decir, la influencia entre industria y sociedad es mutua. ¡Esta pregunta es fascinante pero imposible de contestar en una breve entrevista! He ofrecido mis pensamientos y mi propia trayectoria en mi libro. Puedo decir ahora que, gracias a las ideas de los filósofos Michel Foucault y Judith Butler, he ganado en humildad en relación a mi concepto de identidad teórico y personal. Ahora contemplo la identidad de género, el ‘ser mujer’ o ‘hombre’, o cualquier otra identidad como un ente en permanente evolución, me interesa más su fluidez que agarrarme a una noción individualista de las personas, como seres indivisos, autosuficientes y autodeterminados. No me parece realista.

En ¡Divinas! repaso la alternancia de momentos de afirmación con los de la liberación de la división masculino-femenino; resultan de lo más interesantes y divertidos.

¿Siente que pasa con los modelos masculinos lo mismo que con las mujeres en el sentido de que también deben reivindicar ciertos valores por dedicarse a la moda?

Están situados en una encrucijada. Brevemente, por una parte deben mostrarse, pues están actuando como una percha para vender productos. En este sentido, toman el papel generalmente adjudicado a las mujeres: presentarse como un espectáculo visual. Debido a ello se tiene la falsa idea de que la mayoría son homosexuales, cuando tiende a ser lo contrario. Por otra parte, no deben perder su masculinidad simbólica pues, en caso contrario, no lograrían que se identificara con ellos el varón heterosexual, que es uno de los targets de venta. Para cumplir con este mandato de género, los hombres modelos tienden a desfilar y posar con caras serias, ceños fruncidos, con aspecto de “no me gusta estar aquí pero me pagan”.

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