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Un pueblito entre montañas en Costa Rica guarda el milagro de Juan Pablo II

El milagro, oficializado el viernes por el Vaticano, permitirá que Juan Pablo II sea canonizado en una fecha aún no definida

Floribeth Mora fue sanada por Juan Pablo II de un  aneurisma cerebral. Foto: AFP Floribeth Mora fue sanada por Juan Pablo II de un aneurisma cerebral. Foto: AFP

Una modesta casa de Dulce Nombre de Cartago, un pueblito del centro de Costa Rica situado en medio de las montañas, guarda el secreto de lo que sucedió el 1 de mayo de 2011, cuando Floribeth Mora afirma que Juan Pablo II la sanó de un aneurisma cerebral.

El milagro, oficializado el viernes por el Vaticano, permitirá que Juan Pablo II sea canonizado en una fecha aún no definida. Y ahí estará Mora, quien por fin pudo romper su silencio para contar a todos su historia.

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Ese día, ella asegura que él le habló para decirle ¡levántate! y así lo hizo para ir a la cocina de su casa, donde encontró a su esposo Edwin Arce. Sin embargo, por temor a que pensara que deliraba, calló ante su pareja de 26 años.

“Al día siguiente ella me contó y yo le dije que le creía porque también me había pasado, entonces le conté lo del hospital”, comentó Arce a la AFP al recordar que cuando Mora estaba hospitalizada y sin esperanzas, él se había sentando en unas gradas a llorar y escuchó una voz que le decía “¡llévatela!”.

Entonces decidió trasladar a su mujer a la casa, pues los médicos no podían hacer nada por ella.

Es una pareja devota, de padres creyentes. Ella fue bautizada como Floribeth de Fátima y él como Edwin de los Angeles, en una época que se dedicaban los hijos a alguna virgen o santo de la religión católica.

Desde que se casaron viven en esta barriada de Dulce Nombre de La Unión de Cartago, un pueblo antes agrícola y lleno de plantaciones, hoy copado de casitas de gente trabajadora.

Los Arce Mora tienen dos pequeños negocios, uno de servicios de seguridad y otro de venta de repuestos, con los que sacaron adelante a sus cuatro hijos.

Solo el menor, Keyner, de 14 años, vive con ellos en la casa ubicada en lo alto de la calle, que baja estrecha en medio de viviendas pegadas unas a otras y cerradas con portones, hasta terminar en un pequeño río.

Los vecinos pasan y miran con curiosidad a los periodistas que se turnan para entrevistarla.

“El proceso fue duro, era muy tenso estar escondiéndome de la prensa (…) pero mi voto de silencio era muy crucial en este proceso”, explicó Mora, a quien no preocupa lo que otros piensen: “El que me quiera creer, que me crea”.

Guardar el secreto

Miriam Garita le cree. Esta joven de 28 años se crió en este barrio y conoce bien a los Arce Mora.

“Siempre hemos mantenido una relación de vecinos cercana y cuando nos pidieron que no contáramos nada, no dijimos nada, pero desde que pasó (la curación) sabíamos que era un milagro”, afirmó.

Al lado de la casa de Mora vive la familia de Elizabeth Aguilar, de 53 años, quien opera la única pulpería (tienda de víveres) en el barrio. Ellos no son católicos, son evangélicos.

Aunque profesa otra religión considera que “Cristo es el mismo y está haciendo milagros, tenemos que creerlo” pero aclara que, aunque Juan Pablo II fue una persona buena, “Dios es el único que hace milagros”.

La afirmación generó controversia con otro vecino que se acercó para ver lo que acontecía. Don Carlos Fonseca, de 83 años, se dice católico practicante y no está de acuerdo con Aguilar.

“Yo voy a misa todos los domingos y creo en todos los santos”, dice Fonseca, quien va rápidamente a su casa y regresa con una imagen de la Virgen de Ujarrás, a la que rinden culto en la zona.

El tema ha provocado múltiples comentarios en la prensa y las redes sociales.

Mientras tanto Mora apunta: “yo no soy un espectáculo, solo quiero dar testimonio y que vean el milagro que Dios hizo en mi”.

AFP

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