No es lo mismo jugar solo que acompañado

En cualquier juego interviene un ganglio basal mediado por el neurotrasmisor dopamina

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Cuando dos personas se enfrentan en el clásico juego de “piedra, papel o tijera”, o cuando participan en cualquier otro juego que implique interpretar la intención de otros para poder desarrollar una estrategia “ganadora”, la actividad cerebral es distinta que si se trata de resolver un asertijo, un rompecabezas o juega a un solitario, según concluyen los autores de un estudio que publica la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

En cualquier juego interviene el ganglio basal, un grupo de estructuras cerebrales involucradas en el control del movimiento muscular, en la definición de objetivos y en el aprendizaje, todo ello mediado por el neurotransmisor dopamina -que, además, hace que jugar nos resulte divertido-. Esta estructura cerebral aprende a partir de las consecuencias de nuestras propias acciones.

Pero en juegos que implican una competición también se activan el cingulado anterior, que tienen que ver con el procesamiento de errores y con el aprendizaje social y emocional. Los autores aseguran que ahora que, gracias al estudio, se conoce mejor cómo trabaja el cerebro a la hora de desarrollar el pensamiento estratégico y aprender a partir de las acciones de los demás, se podrán entender patologías que afectan a estos procesos, como la esquizofrenia o la depresión.

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