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El apático. Siendo franco, seres así no deberían existir. Solo una piedra podría no indignarse por lo que sucede en Guatemala. Y, sin embargo, los hay. Abundan. Son demasiados. Hay gente superficial que no se entera de nada y que vive en su burbuja. En algunos casos, esa “realidad paralela” es viable y cómoda porque, al tenerlo todo resuelto, el vivir se expresa en fiesta, compras, chisme y pereza. Indolentes como esos no tienen ninguna prisa de que Guatemala cambie. Es más, la prefieren exactamente como es hoy. Sin embargo, no son los únicos frívolos que pululan por estos lares. Superficiales se ven por todas partes, incluida (cómo no) la clase media y hasta en los sectores más necesitados. Aquí me refiero a aquellos indiferentes que, a la vez, precisan de un hospital público o viven en un área roja donde los asaltos son diarios. Ellos, lo quieran o no, en algún instante de sus vidas o posiblemente en varios, se ven obligados a no ser tan “distraídos”, aunque jamás salgan a las calles a protestar por los desmanes del sistema y hasta terminen apoyando, por indolencia, a quienes se aprovechan de su falta de compromiso con el país. Muchos dirán que esa apatía se origina en la urgencia cotidiana de sobrevivir. En algunos casos, sí. En la mayoría, no. Es la dejadez que no nos deja y que nos deja igual o peor, como consecuencia de dejarnos.
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El rebelde “red social”. De esos ha habido siempre, incluso antes del Facebook y del Twitter (ahora X). Los bravucones de salón. Los insurrectos domésticos. Los súper machos que a la hora de la verdad se esconden. Los hiper críticos de todo y de todos, incapaces de hacer lo que tanto critican. He ahí un muestrario reducido de lo que uno encuentra en las redes sociales. ¿Cuánta gente pasa del post a la acción? ¿Cuántos de los que atacan despiadadamente desde la comodidad del anonimato funcional (que no son los netcenters), llegan de verdad a organizarse para intentar una conquista colectiva? ¿Cuántos de los que vociferan desde un aparato electrónico conservan la valentía al momento de un “cara a cara”? Si alguien dispone de tiempo e ideas, maravilloso que se meta al debate público en los chats o en las redes. Pero sería más efectivo si, además de eso, diera el paso hacia un activismo activo y no se quedara en un “entusiasmo pasivo”. Es decir: Que no disfrazara su cobardía (o su desidia) con bravuconadas de salón (en busca de likes), insurrecciones domésticas (de dócil intrascendencia), balandronadas de súper macho (o de súper hembra), que jamás se concretan, o en hiper críticas de todo aquello que, por lo regular, jamás se atreven a hacer. Lograr que un tema nacional se vuelva tendencia es meritorio, pero no suficiente. No basta con ser “beligerante digital”. Es preciso materializar la beligerancia.
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El ciudadano. Aquí hablo de un ser que reúne en sus ejecutorias lo que resulta de informarse con rigor, así como de cultivar una visión de país que lo inspire a luchar en serio. Puede ser conservador o abierto en cuestiones políticas. Puede ser empresario o empleado. Puede ser burócrata o de la economía informal. Puede ser crema, rojo o del Malacateco. No importa quién sea. Lo decisivo en una persona así es lo que esté dispuesto a hacer por alcanzar un propósito significativo y lo que esté dispuesto a perder por no naturalizar lo inaceptable. Y, sobre todo, lo que esté dispuesto a invertir, en tiempo y energías, para construir una Guatemala más justa. Cada quien con sus inclinaciones y sus preferencias. Habrá algunos que persigan mejorar la salud. Otros, la infraestructura. Para reconocerlos es más sencillo identificar lo que siempre rechazarían. Y siempre rechazarían un país sumido en el atraso y la ignominia como el que han destruido, a la medida de sus infames intereses, los que hoy se niegan a soltar el poder.
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El cómplice. Dejé de último esta descripción. Lo hice adrede. Lo decidí porque es la más difícil de plasmar. La más dolorosa. Y es difícil y dolorosa, sencillamente porque nos abarca a todos en alguna página de nuestra trayectoria. A unos más que a otros. Pero a todos. Me fui al diccionario y leí esto: “Cómplice, en Derecho Penal, es una persona que es responsable de un delito o falta, pero no por haber sido el autor directo, sino por haber cooperado en la ejecución del hecho con actos anteriores o simultáneos”. Actos anteriores o simultáneos. Aquí regreso al apático. Y también al rebelde “red social”. E incluso al ciudadano, cuando este flaquea en momentos históricos. No seamos cómplices, por favor. Evitemos la debacle.