Opinión

"¿Suma Cumme Fraude?"

"Es patético y desolador tratar el tema de la coyuntura electoral. Las votaciones deberían de ser una oportunidad de renovarnos cada cuatro años."

Pasan los días y la campaña empieza a terminarse. En poco más de dos semanas sabremos quiénes estarán en segunda vuelta. Lo sabremos por las malas o por las peores; esto ya se arruinó. Lo arruinaron. La democracia es ahora solo el recuerdo de lo que pudo haber sido. Ya ni siquiera es fachada. Las otrora “alegres elecciones” son hoy “las desvergonzadas descalificaciones”. O algo así.

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Es poco lo que queda de este corto, pero a la vez interminable desfile de candidatos. Ha sido muy cansado. Para los aspirantes que no alcancen el balotaje se acabará la fiesta. Ya no serán figuras prominentes. La mayoría de ellos volverá al anonimato. No habrá quién pregunte por sus huesos. Mientras tanto, algunos se gozarán esta etapa final de protagonismo. Participarán de la farsa hasta donde el histrionismo les alcance, o lo harán por pura lealtad partidaria. En el fondo, todos llegan a hacerse en algún momento la ilusión de que, por azares del destino, pueden ganar. Especialmente, después de Carlos Pineda. Incluso, antes. Soñar es gratis.

Este proceso electoral ha sido el peor desde 1984. Promete, además, las secuelas más nefastas. Tomarlo en serio es sumamente difícil. Casi imposible. Hay quienes ya solo juegan a hacerlo por razones estrictamente profesionales. Jugamos. A buena parte de los votantes ni les viene ni les va. Pero no es igual adentro de los partidos aún en disputa. Ahí, el agua hierve y se desborda. Los golpes bajos abundan. Las traiciones son el pan diario. Las lisonjas turbias no dejan de suceder.

De cara al público, los insultos entre candidatos se endurecen y muestran las debilidades de aquellos que se saben en picada, o bien no tan arriba como quisieran estar. El pánico por la próxima encuesta arrastra a dos o tres. Temen que, de salir mal, los financistas protesten o hasta los amenacen. Ha de ser horrible ver en la propaganda de calle el rostro de un fracasado en las urnas y que ese rostro sea el de uno.

Cuando el descaro se apodera de una sociedad, lo que viene siempre es amargo. En el ejercicio político, el cinismo solo es gracioso cuando no pasa de ser anecdótico. Y deja de ser anecdótico cuando el ataque a los incómodos se perpetra con aparatos de poder que dañan, lastiman o matan. Es parte de nuestra historia impresentable; esa del terrorismo de Estado. Y como la obsesión de hoy es repetir las peores prácticas del pasado, no me extrañaría que en el corto plazo venga una oleada represiva al estilo del “fascismo del siglo XXI”. Si Hugo Chávez destruyó un país con su “socialismo del siglo XXI”, ¿por qué no esperar lo mismo de los gorilas del otro lado? Después de todo, gorila es gorila, no importa de dónde venga, con el perdón de los gorilas de las selvas.

Es patético y desolador tratar el tema de la coyuntura electoral. Las votaciones deberían de ser una oportunidad de renovarnos cada cuatro años. No únicamente en lo formal, sino sobre todo en la oxigenación. Lo óptimo sería que hubiese una continuidad de acciones que solo cambiaran el énfasis en su ejecución, pero no el fondo. Es pedir mucho. Aquí, con suerte, ya no sacarán de mala manera a otros candidatos. Es decir, no seguirán limpiándole la mesa a los aspirantes más proclives al régimen para que, sí o sí, pasen a segunda vuelta.

Es obvio que, con tanta maniobra sucia, “las alegres elecciones” se hayan tornado en “las desvergonzadas descalificaciones”. No está de más recordarlo: En el ejercicio político, el cinismo solo es gracioso si es anecdótico. Y deja de serlo cuando el ataque a los incómodos se perpetra con aparatos de poder. “Gorilón, Gorilón, Gorilongo: El cinismo me lo quito y me lo pongo”. ¿Será que asistimos a un Summa Cumme Fraude?

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