Inicia abril con su clima cálido y el país se llena de flores bellas con un colorido espectacular. Esta es una semana muy especial para los guatemaltecos, especialmente para los cristianos y católicos. Sin embargo, es de deleite para todos, ya que, adicionalmente, es el feriado más largo que se otorga en el país y es el primero del año.
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Esta Semana Santa será distinta para los guatemaltecos. Quedó atrás el Covid-19 y todos los devotos con mucha alegría están participando en cada una de las actividades ya iniciadas durante la Cuaresma y las que vienen para culminar esta semana. Es de recordar que por su riqueza cultural y diversidad la Semana Santa fue inscrita en el año 2022 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en la UNESCO y recibió de manera oficial el reconocimiento el pasado 26 de febrero.
Hay muchas actividades interesantes alrededor. Época de reflexión, fervor y unión. Desde muy pequeña, unas tías maravillosas nos enseñaron a ser parte de esta experiencia única en el mundo. Solíamos ir a La Antigua y hacer todas las actividades posibles para lograr una empatía total con la comunidad. Además de cargar en las procesiones, participábamos en las velaciones y visitábamos los Sagrarios. Desde el Domingo de Ramos, una de mis tías nos narraba la importancia de este día -cuando se celebra la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén-. Muy temprano, por la casa, pasaba la procesión de “La Borriquita” con las palmas y emocionados íbamos a verla, sabiendo que luego vendría un período doloroso. Le aplaudíamos y, según leí, las palmas eran símbolo de fecundidad y riqueza para el pueblo judío y se podía utilizar para hacer pan y miel.
Luego solíamos ir juntos a la misa del Domingo de Ramos a recibir el ramo y la bendición e iniciar un proceso de la semana. Para uno de niño, era como vivir una semana de drama que tenía un final feliz. Poco entendíamos de la resurrección, pero esperábamos con mucha alegría el repique de nuevo de las campanas y los huevos de Pascua.
Con los años, le fui tomando cariño, admiración y devoción a la Semana Santa. Fascinada en ir a La Antigua y vivir cada evento y momento. También fui comprendiendo que todo tenía una relación -la pasión, muerte y resurrección de Jesús- como el centro de la misma religión. Es duro escuchar “murió por nosotros”. Las velaciones en las iglesias son cada vez más interesantes, alrededor se junta la comunidad a comer, charlar y hablar de Dios. Algo que he notado es que participan familias enteras y disfrutan del momento.
Desde hace años, es tradición de la familia convivir en la Semana Santa. Se hace una alfombra el Viernes Santo, ya que el Señor de la Merced pasa a mediodía por la casa. Claro que desde las 4 de la mañana estamos todos despiertos, listos para ir a la calle ancha a ver la belleza de alfombras que hacen. Las hay de aserrín, flores, vegetales y otros. Son muy creativos y acuciosos.
Ver las distintas procesiones es apasionante. Es un proceso que realmente hace vivir la pasión de Cristo y además son una obra de arte. Pongo mucha atención a los cargadores. Sus rostros señalan reflexión, dolor, fervor, amor y fe. Ver a los cucuruchos cargando con sus hijos es lindo. Y las damas que van con la Virgen muy elegantes, serenas y comprometidas, acompañando en su dolor a una madre por la muerte de su hijo.
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Los mayores solían ir a los oficios. Sin embargo, para los pequeños eran eventos largos y difíciles de seguir. Mientras tanto, mirábamos películas de la época o las procesiones de otros lugares y nos contagiábamos aún más de un ambiente muy especial, difícil de describir, pero lleno de fervor, reflexión y mística.
Un extranjero me comentaba que él no había sentido actividad más bonita en el mundo que vivir la Semana Santa en La Antigua Guatemala. “Es un verdadero festival de los guatemaltecos”. Es más, solía venir desde su país casi por una década seguida para no perderse tan especial evento. Aunque no era practicante, compartíamos el especial olor a incienso y corozo, disfrutábamos la comida de la época: el bacalao, las torrejas y garbanzos, escuchábamos por horas las marchas procesionales y luego de las 3 de la tarde, oír la matraca en las iglesias y los tambores de las procesiones del Santo Entierro era directo al ser.
Por último, ver la entrada del Señor de la Escuela de Cristo en la madrugada del sábado es una de las experiencias más intensas que hay, llega al alma. Escuchar “La Granadera”, compartir con los cargadores que han seguido la procesión todo el día y ver la belleza del anda totalmente iluminada eriza la piel, emociona mucho e inspira un agradecimiento a Dios. Por último, el Sábado de Gloria íbamos a pie a ver al Señor de San Felipe como penitencia, a pedir por el prójimo.
Esta Semana Santa goce con su familia o amigos. Comparta buenos momentos, relájese y disfrute. Vienen tiempos difíciles para el país y qué mejor un descansito para tomar aliento y llenarse de energía. ¡Feliz Semana Santa!