Empezó la campaña. Por ahora, ya hay un personaje estelar: el Photoshop. A veces en exceso. Las elecciones llegan en medio de una crisis institucional sin precedentes. No se ve por dónde. El inusitado protagonismo del Ministerio Público hizo mucho ruido la semana pasada. Lo sigue haciendo en silencio. Un silencio amenazante para la legitimidad electoral. No se sabe si es la judicialización de la política o la politización de la justicia. Son ambas. Y se alimenta una de la otra. Como debe ser en un país próspero y de espíritu democrático. Como debe ser en un país donde no hay corrupción ni abusos de poder.
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Los candidatos ya están en plena actividad. Algunos, los que apuestan al tiempo, pretenden posicionarse. Su mira se fija en elecciones venideras. Otros, los de relleno, gozan sus tres meses de fama y juran y perjuran que tienen la clave para llegar a segunda vuelta. Abundan los que cobran; esos que “hacen el favor” de impulsar diputaciones a cambio de una módica suma. Asimismo, están los punteros. Los favoritos. Aquellos que se ven con grandes posibilidades. Ellos negocian ya las mieles de un posible mandato. Entre estos figuran los que difícilmente se sometan al escrutinio periodístico serio y solo acudan a los medios descaradamente afines. Habrá otros, muy hábiles en las redes sociales, que buscarán capitalizar su demagogia campechana para atraer votantes de nichos específicos. Candidatos hay de todos los colores y sabores.
Pero de propuestas, nada o casi nada. Lo cual da lo mismo. La gente está harta y a los aspirantes a puestos de elección popular los oye como oír llover. Aquí nos enfrentamos a la competencia de quién miente más. La competencia de quién ofrece lo más ridículamente estrambótico. La competencia de quién logra parecerse más a Nayib Bukele, aunque ninguno de los hasta ahora confirmados logre ser ni la sombra de lo que el súper populista salvadoreño alcanza con sus montajes cinematográficos y sus selfies de mercadotecnia milimétrica. Mientras tanto, y hasta nuevo aviso, el Photoshop será el gran protagonista de esta campaña. Su contaminación visual nos satura sin clemencia desde el pasado lunes. No es de extrañarse. Lo que natura no da, el retoque no lo presta. Y eso es aplicable también a las ideas y a la visión de Estado. Hay excepciones, por supuesto. Muy pocas. Las menos. Las escasas. Alguna de ellas hasta con una pequeña dosis de posibilidades de arruinarle la fiesta a los más ruines.
Pero esta semana la noticia no son los candidatos, con todo y su derroche de recursos. No lo son sus jingles ni sus mupis. No lo son sus vallas ni sus trifoliares. No lo son sus despliegues en redes sociales ni sus netcenters trabajando sin parar. La noticia esta semana son los migrantes. Esos sacrificados migrantes que perdieron la vida en Ciudad Juárez, víctimas de un incendio que nunca debió ocurrir. Tan víctimas ellos como las 41 menores del Hogar “Seguro” Virgen de la Asunción. Es repugnante cómo en ambos casos las autoridades de turno osan culpar a los muertos de su terrible destino. Es deleznable e infame que historias así se repitan. Y todo con el telón de fondo de unas elecciones sumidas en el descalabro institucional de un país que, cada vez con mayor ímpetu, se asemeja a esos que no respetan la libertad de expresión, que coleccionan presos políticos, que obligan a huir a operadores de justicia y que no permiten la oposición electoral. Ese es el gran país que hemos construido. Este que se hunde en aras de la impunidad. Es solo cuestión de tiempo para conocer la próxima acción del hampa que detenta los poderes. Un hampa que ya perdió la vergüenza. Un hampa que rige los destinos de este reino del descaro. ¿Qué dicen los candidatos de esto? Absolutamente nada. Con excepciones, he de decir. Las menos. Las escasas. Pero, en general, el panorama es yermo. No nos queda más que torear esta repulsiva contaminación visual. Esa que nos recuerda que el gran protagonista de esta campaña no son las ideas, sino el Photoshop. Y lo que natura no da, el Photoshop tampoco lo presta.