Opinión

"Mujeres héroes"

"Las he visto multiplicarse para cubrir la ausencia de hombres irresponsables y egoístas que jamás asumieron su responsabilidad y que huyeron despiadadamente para no hacerse cargo."

Una madre soltera siempre me hace pensar en una vida marcada por el heroísmo. Conozco varias historias así. Todas son ejemplo de coraje. Todas me recuerdan a grandiosas mujeres. Me conmueve y también me indigna imaginar ese momento en el que se percataron de que el padre no iba a hacerse cargo del hijo que venía en camino. Me conmueve por ellas, las valientes; me indigna por ellos, los cobardes. Para las madres solteras, el desafío no es únicamente económico. Aunque, claro, salir a buscar el dinero para llevar la comida a la mesa resulte, en infinidad de ocasiones, una tarea descomunal. Especialmente, por las condiciones adversas de este mundo tan machista y tan estigmatizante.

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Así como hay empleadores que prefieren contratar a madres solteras porque saben que lucharán con denuedo para no perder su trabajo, hay otros que piensan lo contrario. Por lo regular, los hombres ganan más que las mujeres. Y tienen más acceso a insertarse en el mercado laboral. De cualquier modo, pagar cuentas entre dos es mucho más manejable que cuando solo un ingreso sostiene la casa. Lo mismo ocurre con las penas o con las vicisitudes cotidianas; cuando estas se comparten, la carga es menor.

La sociedad suele ser cruel con las madres solteras. Abundan los que se sienten con el derecho de irrespetar a los niños que no tienen papá. Como si, al no haber figura masculina, la puerta estuviera abierta para el abuso. Y eso lo sufren las mujeres solas. Lo sufren con amigos y con extraños. Y lo sufren hasta con la propia familia. Además, al intentar rehacer su vida, una madre soltera no solo se enamora y ya, porque parte de su decisión pasa por la manera en que el compañero trata a su hijo. No son pocos los padrastros que desprecian o lastiman a aquel niño al que no engendraron. Por ello, encontrar pareja es mucho más difícil para una mujer que ya tiene una responsabilidad a la que necesita alimentar y educar. Y es también muy común que las familias políticas les pongan peros o las vean con recelo.

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Cuando un niño llega a cierta edad y no ve un padre en la casa, lo normal es que pregunte el porqué de esa ausencia. No es un episodio fácil para las madres solteras.

Explicar el origen de un desamparo tan inhumano es sumamente complicado. Hacer de mamá y de papá, también.
Sin embargo, vale decir que los tiempos han cambiado y que el estigma no es el mismo de antes. De hecho, hay países en que ha crecido el número de madres solteras “por elección”, lo cual ocurre cuando se usan las técnicas de fertilización “in vitro”, con el objetivo de armar un modelo de familia que prescinde deliberadamente del padre. Son aún la minoría de los casos. El hogar monoparental se da más por abandono, divorcio o viudez. En Guatemala se calcula que una de cada cuatro mamás son madres solteras. Y hay historias de historias ahí. Algunas de ellas incluso están casadas. Son innumerables los hombres irresponsables que, aunque les den el apellido, jamás responden por sus hijos y al marcharse nunca vuelven a acordarse de que existen. Por consiguiente, no les pasan un centavo ni se preocupan de si comen, si visten o si van al colegio. Asimismo, hay mujeres que se ven obligadas a sacar adelante a sus familias luego de quedar viudas. Tanto en esos casos como en los antes mencionados hay heroísmo de por medio. Y mucho coraje. Lo que se entiende por mujeres invencibles. Mujeres titánicas. Mujeres superlativas. Y precisamente por ese heroísmo y ese coraje que veo en mis amigas a las que les ha tocado ser mamá y papá a la vez, decidí dedicarles esta columna en el Día de la Mujer. Sé de sus enormes sacrificios, pero también de sus inmensas satisfacciones. Las he visto darle cara a la vida con una abnegación absoluta e innegociable. Las he visto multiplicarse para cubrir la ausencia de hombres irresponsables y egoístas que jamás asumieron su responsabilidad y que huyeron despiadadamente para no hacerse cargo.

Me conmueve y también me indigna conocer esas historias. Me conmueve por ellas, las valientes; me indigna por ellos, los cobardes.

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