Opinión

"El tráfico y lo duro de vivir aquí"

"¿Qué clase de sociedad seremos dentro de 10 años? A veces creo que, muy pronto, empezará a haber enfrentamientos y agresiones entre conductores por la pura desesperación."

Me tocó subir ayer a carretera a El Salvador. Según Waze, iba a demorarme una hora hacia mi destino. Todo normal desde la zona 10 hasta Santa Rosalía. Al cruzar para el reversible, la fluidez era casi de ensueño. Justo en Pradera Concepción la fila se detuvo. Media hora después, había avanzado 10 metros. Gente que venía desde Arrazola, por la salida de Olmeca, optó por regresarse a su casa. El atasco era descomunal. Algo había sucedido. Algo atípico. En las redes se hablaba de un recapeo en la entrada que conduce hacia Fraijanes, en plena hora pico. Otros afirmaban que había un accidente. Vi testimonios de personas que llevaban una hora sin moverse. Tramos de tres kilómetros se recorrían en el equivalente a lo que dura un encuentro de futbol, tiempos extras incluidos. El caos en pleno.

Este mismo relato puede contarse, un día sí y el otro también, en diferentes rutas alrededor de la capital, o adentro de esta. Nadie descubre el agua azucarada si habla del tema. Lo único que varía es la calidad de angustia que viaja en cada automóvil. Aunque es obviamente más cómodo ir a vuelta de rueda en un carro nuevo, el desgaste siempre es devastador cuando sucede a diario. Si alguien conduce un vehículo viejo y en condiciones precarias, la tensión se acrecienta. No digamos en aquellos casos en que hay urgencias de por medio. Urgencias médicas, por ejemplo. O urgencias laborales. Cada cosa suma.

El pasado lunes, una compañera de trabajo, con una lesión en la columna por la que el doctor le prohibió la posición de manejo por lapsos prolongados, hizo tres horas y media de la zona 13 a su condominio, ubicado cerca de la antigua tabacalera. El video que me envió, tomado desde el volante, mostraba una interminable cola de automotores que apenas se movía. Asimismo, supe de una mujer que invierte seis horas al día en ir y volver al sitio donde labora. Lo hace en autobús. Con riesgo de asaltos y de abusos. Agobiada por sus deudas. Harta del mal trato que recibe de sus jefes. Su trayecto es de Ciudad Quetzal a Puerta Parada y viceversa. Siente que su vida es tediosa y sin gracia. No es la única.

Recomendados

No quiero imaginarme el daño que estos embotellamientos causan en la salud mental de quienes sufren estos trayectos cotidianos. Es llover sobre mojado. Aquí no hemos terminado de superar el estrés postraumático de varios episodios terribles de nuestra historia. El conflicto armado. La violencia de los 90. La ola de delincuencia de los dos miles. La corrupción descarada y cínica, ahora peor. La pandemia. La inflación. Y ahora, el tráfico.

¿Qué clase de sociedad seremos dentro de 10 años? A veces creo que, muy pronto, empezará a haber enfrentamientos y agresiones entre conductores por la pura desesperación. ¿Cuántos matrimonios se destruirán por el deterioro de la tolerancia originado en los atascos? ¿Cuántos perderán su empleo por razones similares? ¿Cuántos morirán porque la ambulancia no llegó a tiempo a la emergencia del hospital? Preguntas como estas pueden ser incontables. Y lo más dramático es que no hay solución. Las municipalidades no paran de autorizar proyectos habitacionales, ya inviables en función de la acumulación vial y de los servicios. Nadie los detiene. Y no hay plan a la vista que sugiera que recapacitarán. Si es cierto que un recapeo en hora pico fue lo que ayer hizo colapsar las vías en carretera a El Salvador, uno se pregunta si no había posibilidad de hacerlo durante la madrugada. No descarto que la obra, a lo mejor necesaria, forme parte del “quedar bien” electoral que abunda por razones de temporada. Igual molesta. Y molesta mucho. Lo del tráfico solo puede ponerse peor. Para que haya alguna luz al final de este túnel, es indispensable que el transporte público sea eficiente y seguro. Asimismo, que las calles no sean tan peligrosas. Ambos temas van para muy largo si se piensa en obtener resultados palpables. El país es cada vez menos vivible y soportable. Las próximas elecciones solo añaden desconsuelo a eso. Pobre país el nuestro. Qué duro es verlo caerse a pedazos. Qué duro es vivir aquí.

Tags

Lo Último


Te recomendamos