La próxima semana está programado el inicio de clases presenciales en todos los niveles y modalidades del plan diario, anual y semestral en educación pública. Ya la iniciativa privada le lleva una ventaja de un mes y medio al sector público.
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Es desafiante la situación de la educación pública en Guatemala, especialmente luego de que los niños, las niñas y los jóvenes pasaron tres años sin asistir a la escuela y sin aprender casi nada debido a la falta de innovación y determinación del Ministerio de Educación (Mineduc) ante la pandemia.
Preocupa la baja cobertura en la preprimaria y secundaria, así como la calidad educativa en todos los niveles. Seis de cada 10 niños asisten a preprimaria, más del 95% de los niños y las niñas están en la primaria, pero solo la mitad de los jóvenes asiste al ciclo básico y apenas uno de cada cuatro estudia el nivel diversificado. Con relación a la calidad, aún no se han publicado los resultados de los graduandos del año pasado, pero la última evaluación (2019) señala que solo 10% alcanza el nivel de logro en matemática y 30% el nivel esperado en lectura. Preocupa la deserción y aprendizaje de los alumnos, especialmente en secundaria.
El bajo aprendizaje de los alumnos tiene una relación directa con los conocimientos, capacidades y competencias que tienen los docentes. Las pruebas realizadas el año anterior a los maestros optantes a plaza muestran gran deficiencia, ya que apenas un tercio logra alcanzar los 60 puntos o más de 100. Hay profesores creativos que se esfuerzan por apoyar a los estudiantes y a las familias. Sin embargo, no todos tienen la capacidad ni la vocación.
A pesar de que hace varios años se decidió trasladar la formación de los docentes en la universidad, más de cinco mil se han graduado, a un costo de Q62 millones que se le traslada a la Universidad de San Carlos (Usac), pero no necesariamente son contratados por el Mineduc. Adicionalmente, en 2009 se inició el Programa Académico de Desarrollo Profesional Docente -PADEP/D- para impartir formación universitaria a los maestros en servicio del sector público. Este programa inició en 2009 y hasta la fecha se encuentra en formación la séptima cohorte. Igualmente, la Usac recibe recursos del Mineduc -más de Q920 millones hasta el año 2022-. No se cuenta con estudios que muestren que los maestros graduados en este programa hayan mejorado el aprendizaje de los alumnos. Hasta 2019 se habían graduado 20,782 profesores. El Mineduc no debería de trasladar recursos a la Usac para su preparación, ya que es una universidad estatal que está al servicio de los guatemaltecos, de la formación superior de sus funcionarios y recibe una asignación constitucional anual de 5% del presupuesto.
No se puede argumentar que la situación de la enseñanza y la infraestructura de la educación pública es tan mediocre por falta de recursos, ya que en los últimos 10 años se duplicó el presupuesto del Ministerio (Q22 mil millones para el año 2023). Sin embargo, lo que preocupa son las prioridades y su rigidez. Entre 2008 y 2019, el presupuesto asignado a Educación pasó del 13.6% al 19.1% del presupuesto total del Estado, mayoría que se asignó a aumentos salariales por los pactos colectivos. Además, se incrementaron recursos para la alimentación escolar y se cuenta con un seguro escolar que carece de una evaluación de impacto en el aprendizaje de los alumnos.
Si deseamos un país desarrollado es imperante una revolución educativa. La pandemia no fue suficientemente fuerte para “sacudir el árbol” y realizar los cambios que demanda este sector. Como primer paso, hay que trabajar en una visión compartida con un plan estratégico en el tema educativo. Estamos en la era del conocimiento y la información. Debemos contemplar cómo será el mundo en los próximos 20 años, cuáles serán los trabajos del futuro y a qué niveles llegará la tecnología. Busquemos asesorarnos de los mejores del mundo y que el plan contenga programas innovadores de cobertura y aprendizaje como el enfoque STEAM, que utiliza la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las artes y las matemáticas como puntos de acceso para guiar la investigación, el diálogo y el pensamiento crítico de los estudiantes.
Lo más urgente es transformar a los maestros en profesores orientadores de los alumnos para desarrollar su potencial. Se debe partir con el cambio de la formación, reclutamiento y selección de los docentes. Se necesitan maestros innovadores, chispudos y con conocimientos. Trabajar un nuevo pénsum para la formación inicial, introducirlo en las universidades y becar a los jóvenes adecuados -con una proyección del número que se requerirán a futuro-. De hecho, previo a dar la beca a un joven para estudiar para docente, debería de llenar ciertos requisitos, como vocación, conocimientos y el gusto por la docencia. El reclutamiento y la permanencia del maestro debe ser por mérito. Sería interesante evaluar periódicamente a los docentes y medir su éxito basado en el aprendizaje de los niños, las niñas y los jóvenes. Determinante ser más estrictos en el reclutamiento y no contratar maestros que no ganen la prueba diagnóstica; ¿qué le puede enseñar un maestro que saca 5 puntos de 100 en matemáticas a un estudiante? Definitivamente, valuar los pactos colectivos, ya que han mejorado los ingresos de los maestros y los privilegios a los sindicalistas, pero muy poco aporte al aprendizaje de los alumnos.
También se requiere cambiar el modelo de gestión, crear la figura del director y evaluar todos los programas existentes, como la alimentación escolar, el seguro médico y otros, poniendo en el centro el beneficio del alumno y su aprendizaje. La tecnología debe ser introducida como una política y de apoyo a los docentes y estudiantes. Urgente ampliar la conectividad y asignar recursos para dispositivos tecnológicos. Tenemos que pensar fuera de la caja, imaginar un hermoso futuro y tomar acción para lograrlo. ¿Qué piensa de la educación pública? ¿Cómo pasamos a un sistema de mérito? ¿Cómo recuperar el tiempo perdido?