Insisto. No puedo dejar de pensar en esto porque el actor principal del proceso electoral se está quedando fuera del escenario. Disculpe usted si, una vez más, esta semana regreso a hablar, una vez más, en esta mesa de conversación sobre el empadronamiento.
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Lo más común en este momento es que estemos hablando de los partidos, las candidaturas que están presentando, de las asambleas que están realizando o de los procesos legales que se vienen, derivados de las impugnaciones que se han presentado contra algunos binomios presidenciales.
No me malinterprete, pero también considero que este tipo de cosas son las que debemos discutir y prometo en que dedicaré varias columnas a analizar este tipo de dinámicas del proceso electoral. Sin embargo, hoy nuevamente abordaré una preocupación que está pasando desapercibida. El tiempo está corriendo y no se ven acciones claras, al menos de parte del Tribunal Supremo Electoral (TSE), para cambiar el rumbo que está tomando.
Me refiero a la preocupante situación que más de un millón de jóvenes entre 18 y 25 años están en riesgo de quedarse fuera del padrón electoral y no podrán votar en las próximas elecciones. No podemos permitir que el principal actor quede fuera del escenario.
El ritmo de empadronamiento es bastante lento y esto se ha dicho hasta el cansancio desde hace varios meses. Ahora estamos muy cerca de llegar a la escena catastrófica que se predecía y que no se empadronen.
Regularmente, se tiende a culpar los jóvenes que no tienen interés, que están decepcionados del sistema político, de los partidos, de la democracia y de las elecciones. No los culpo porque el sistema en términos generales no les ofrece oportunidades para que se desarrollen de manera plena.
En ellos prima un gran sentimiento de buscar oportunidades en otros países. Vale la pena mencionar que este sentimiento es generalizado y no solo de los jóvenes. En el ambiente prevalece la desesperanza, el desánimo y la apatía.
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No obstante, hoy me quiero alejar de la perspectiva que explica lo que está sucediendo, culpando a los jóvenes por su desinterés y apatía. Quiero poner el ojo en otra dimensión, que es la perspectiva institucional. No me gustaría pensarlo y espero que no sea así, pero como se están desarrollando las cosas, el principal actor responsable de la situación es el TSE, el cual está mostrando serias dificultades para solucionar el problema.
Sé que el TSE ha mostrado voluntad política e institucional para empadronar a los jóvenes. He visto las jornadas de empadronamiento, he escuchado del trabajo que están haciendo en las delegaciones municipales, los puestos de empadronamiento que colocaron en muchos lugares.
No obstante, el resultado no ha sido el esperado y por eso creo que se debe reflexionar y retomar el rumbo en las últimas semanas para evitar que el peor escenario se cumpla. Las proyecciones muestran que más del 50% de los jóvenes que no están empadronados, si no se toma una acción contundente, quedarán fuera del padrón electoral.
En este sentido, el llamado de urgencia y atención en primera instancia es al TSE, como responsable institucional para que evalúe las acciones y retome acciones que sean más efectivas. Por otro lado, este no solo es un problema que tiene que resolver el órgano electoral. Es una cuestión de país en el que todos nos debemos de meter de cabeza.
Al igual que lo manifesté en la columna de la semana pasada, creo que hay acciones que se pueden impulsar desde las empresas, las universidades, los barrios, las colonias, las mismas familias, entre los amigos… Si logramos hacer que los jóvenes que están alrededor nuestro se acerquen a empadronarse, estaremos contribuyendo a que ellos sean parte de la decisión que definirá el rumbo del país.
La invitación que dejo sobre la mesa es a que hagamos algo desde nuestro campo de acción y no nos quedemos cruzados de brazos. Yo estoy actuando de mi lado poniendo mi granito de arena para empadronar a las patojas y patojos. No me refiero a que lo único que estoy aportando es esta columna. ¿Qué opina usted? ¿Se suma al desafío?