Tal vez el tema clave de campaña deba ser el envenenamiento de perros. Eso sí mueve a la gente. Y con facilidad se vuelve tendencia en las redes sociales. Es hora de que los presidenciables más elocuentes preparen su frase de tarima: “A quienes maten perros les aplicaré la pena de muerte”. O tal vez esta: “Matar perros ahuyenta la inversión extranjera, y no permitiré que en este momento tan pujante del país, los grandes inversores se asusten por semejante barbaridad”.
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Es una lástima que Shakira sea millonaria y carezca de interés para asesorar políticos en Guatemala. A cualquier aspirante presidencial, un par de consejos de la “ex Piqué” les daría las luces necesarias para estar en la boca de todos, con tan solo unas cuantas líneas. Si hizo bien o si hizo mal la cantante colombiana en proclamar su despecho, en un rap, resulta más debate por estas latitudes que si es necesario o no renovar las cortes, o tomar por fin en serio el drama de la desnutrición crónica infantil.
También es lamentable que el armenio Martín Karadagián ya no esté entre nosotros. Para los políticos, digo. Con ese sentido de la teatralidad mercadológica que tenía el dueño de “Titanes en el ring”, no habría necesidad de “canches heredias” ni de “box entre alcaldes” ni de provocaciones judiciales para incitar la tensión bilateral. Es cierto que en materia de payasadas, nuestra clase política no se queda atrás. Pero, a diferencia de lo que hacía “Martín nuestro titán”, sus payasadas no divierten. Sus payadas son perversas. Y, contrario a las faenas artísticas de los respetables payasos de circo, las de los políticos conllevan un circo, pero de sangre. Un circo de lágrimas. Un circo que ya perdió el pudor y la vergüenza.
No me extrañaría que algún aspirante a la jefatura del Ejecutivo prometiera que, si gana en las urnas, destinaría una significativa asignación presupuestaria para hacer aun más vistoso el traje de la próxima Miss Guatemala, y que ello le atrajera votos de algún electorado sumido en la frustración de que nuestras representantes en Miss Universo nunca lleguen a integrar la lista de las finalistas, para así “poner en alto” el nombre del país. Cabe recordar que, entre los ofrecimientos de antología, ya hubo un presidenciable que aseguraba que, de llegar al poder, la selección de futbol iba a clasificar al Mundial, sí o sí.
No culpo a los jóvenes que no se interesan en empadronarse. Ha de ser patético para ellos vislumbrar la papeleta electoral, tamaño cartulina, y no encontrar, salvo muy escasas excepciones, alguna cara que los entusiasme. El país que los viejos les estamos heredando es un mediocre caos. De verdad, pudimos haberlo hecho mejor. Pudimos haber intentado aprovechar las mínimas oportunidades que nos dio la historia. Pero no. Fue más fácil seguirle la corriente a los más corrientes. A esos que impusieron su corriente porque nunca sintieron la presión de una contracorriente.
¿Cuáles serán los temas de campaña? Los de siempre. La falta de empleo. Las medicinas caras. Las escuelas en mal estado. Joviel. La violencia que aumenta. La migración que no para. Y la corrupción galopante. Y serán esos los temas, porque siempre son los mismos. Y son los mismos, porque el país no cambia. Y como no cambia, empeora.
Es iluso pretender que habrá “voto informado” en los comicios de junio. No por falta de datos, que conste. Es porque a nadie le interesa lo que los aspirantes a puestos de elección popular tengan qué decir. Ya no se les cree nada. Por ello, si empiezan a hablar de sus propuestas para impedir el envenenamiento de perros, del despecho de Shakira o del traje de Miss Guatemala, a lo mejor suscitan algún tipo de atención. Porque si lo intentan con sus supuestos planes de gobierno, ni su familia les prestará oídos. Así es nuestra realidad. Aquí lo importante es lo que no importa. Y lo urgente solo le urge a los que lo sufren. Y como ni siquiera ellos levantan la voz, lo que impera en este medio es el silencio.