Ayer nos tomamos un pequeño respiro para recordar la mejor época que el país ha tenido en sus 200 años de existencia. La Revolución de 1944 y los dos gobiernos democráticos, sin duda, representan un parteaguas en nuestra historia.
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Imagine usted que la “modernidad y el siglo XX” entraron al país a la mitad del siglo XX. Un período en el que ganamos democracia, las mujeres su derecho al voto, los trabajadores dignidad humana con el Código de Trabajo, los cimientos de un sistema de seguridad y previsión social, el modelo pedagógico y la construcción de las escuelas tipo federación, entre muchas otras cosas.
Los gobiernos de la Revolución se caracterizaron por estar integrados por políticos con reconocidas trayectorias políticas y académicas, con visión de país, nación y Estado. Una joya de políticos que gobernaron pensando en el futuro, en el desarrollo, en generar trabajo, dignidad humana y que Guatemala explotara su potencial económico y se modernizara.
Esto no sucede en la actualidad, en donde la diferencia entre el “tipo de políticos” y las “motivaciones” para gobernar cambiaron radicalmente. Hoy tenemos una situación preocupante porque las redes políticas clientelares de mañosos y mafiosos corruptos tiene capturadas y controladas las instituciones del Estado y el único objetivo que tienen es robar.
Aunque hay excepciones con algunos políticos o representantes públicos, o bien, en muchos casos, uno se topa con un buen número de funcionarios y trabajadores públicos que, a pesar de este proceso de desinstitucionalización y cooptación del Estado, por estas redes mafiosas, aún muestran convicción, compromiso y una admirable entrega al trabajo que desempeñan. Ellos, en esta desolación, brindan esperanza.
Sin embargo, las decisiones políticas que están tomando los políticos en “las cúpulas” de las estructuras institucionales son las que condicionan la orientación de la acción pública y definen el rumbo del Estado. Evidentemente, no es un Estado que esté pensado en la gente, sus necesidades y desarrollo integral, como lo fue en la primavera democrática de 1944 a 1954.
Esto se evidencia con ver los lamentables y preocupantes índices o estadísticas que circularon es estos días en las redes sociales y causaron mucho debate y discusión. Hubo comentarios que buscaban desacreditar y desvalorizar lo publicado, mostrando una visión bastante sesgada de la realidad, así como otros que era más críticos y sensatos, mostrando la preocupación al ver el cuadro que pintan estos datos. Los peores eran los comentarios que salían defendiendo oficiosamente al gobierno, argumentando que vamos en buen camino y resaltando los patéticos resultados de esta gestión gubernamental.
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¿Qué diría usted? Por ejemplo, un estudio del Banco Mundial indica que Guatemala ocupa el primer lugar en América Latina como el país que tiene el mayor porcentaje de población que vive por debajo de la línea de la pobreza (59%). De acuerdo con la organización Social Progress Imperative, que elabora el Índice de Progreso Social de los países centroamericanos, señala que Guatemala ocupa el último lugar en la región en términos de progreso social.
Por otro lado, en el país percibimos la corrupción como el principal problema que nos aqueja y afecta. Es decir, nos sentimos agobiados por estas redes políticas clientelares que están saqueando al país. Además, por si fuera poco, con lo que hemos conversado, Guatemala ocupa el último de América Latina, según CID Gallup, como una sociedad en donde no apreciamos a la democracia.
Esta situación que estamos viendo no es nuestro destino o designio divino, sino que es el resultado de decisiones políticas que toman los políticos en las instituciones. Necesitamos, así como sucedió en la primavera democrática, que los políticos que nos gobiernen piensen tomar decisiones para construir un futuro mejor, uno que esté acompañado de bienestar, prosperidad, desarrollo y no en corrupción e impunidad.
El próximo año son las elecciones y tendremos que elegir a los políticos que nos gobernarán. Podemos y nos merecemos construir un mejor país. Empecemos recuperando la esperanza y la capacidad de soñar, en recuperar la seguridad que lo podemos hacer y apoyar a los políticos que tienen esa intención. No apoyemos a los políticos mercaderes de la corrupción. ¿Qué haremos? ¿Qué opina usted?