Opinión

"La normalización del disparate"

"En este mundo al revés que impera no debería extrañarnos que quienes un par de años atrás eran delincuentes consumados hoy empiecen a salir de la cárcel y a recuperar sus puestos."

Tal vez lo más insólito de plantear el “mundo al revés”, como un ejercicio de lo absurdo, sea que ese mundo “patas arriba” tan reñido con lo que dicta la lógica, está perfectamente “al derecho” para muchos y es exactamente como consideran que debe ser. Es decir: Lo que tendría que escandalizar ni siquiera inquieta y lo otrora inaceptable se vuelve parte de la cotidianidad. Lo cual, dependiendo del lente ideológico, ocurre en diferentes momentos. Se roban el país y no pasa nada. Pero una chica en calzoneta porta una bandera en la plaza y el video se vuelve tendencia.

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Me concentraré ahora en lo político. En Suecia, la derecha acaba de ganar las elecciones. Eso es normal y hasta saludable en una democracia. Lo distorsionante aquí es que la protagonista del triunfo es la extrema derecha. Me refiero a un partido originado en las simpatías neonazis, según leí. Regreso al futuro: ¿Será sano y aceptable que haya aún tantos que veneren a Hitler pese a las atrocidades cometidas por el autor de “Mein Kampf”?

Donald Trump casi destruye la democracia supuestamente más consolidada del planeta, alegando un fraude inexistente, y es investigado por sacar documentos secretos de la Casa Blanca y también por posibles delitos fiscales. Sin embargo, podría ser el próximo presidente de Estados Unidos.

En Nicaragua, el mismo líder que fue la cara del derrocamiento de la oprobiosa dictadura de Somoza en 1979 es hoy la oprobiosa cara de la dictadura actual. Daniel Ortega ha resultado incluso peor que los “tachos”. Sin embargo, todavía hay gente y regímenes que lo respaldan. ¿Será que quienes ignoran sus desmanes mantienen colgado en alguna habitación de su casa un cuadro de Fidel? ¿O será que esos mismos seguirán justificando los crímenes de Stalin?

Los ejemplos abundan. Unos por desconocimiento y otros por “solidaridad con la causa”. Eso me lleva a pensar que, al paso que vamos, posiblemente dentro de 20 años añoremos con nostalgia los horribles y decadentes días actuales, bajo la influencia de peores circunstancias. No sería raro que extrañemos “aquellos lejanos tiempos” en que Giammattei era presidente o consideremos el reguetón maravillosamente melódico comparado con la música del futuro. Si lo vislumbro en lo ambiental, la idea es de horror. Imagínense a alguien formulando estas melancólicas preguntas: ¿Se acuerdan de cuando todavía era posible cultivar buena parte de la tierra del mundo, a diferencia de esta realidad desértica que nos ahoga de calor y mata diariamente a miles por deshidratación? ¿Guardan aún en la memoria los generosos chorros que se abrían con desparpajo mientras nos lavábamos los dientes, al lado de esta inclemente escasez de agua que nos obliga a vivir siempre en racionamiento?

Por curiosidad me puse a ver en YouTube viejas entrevistas de los políticos que antes dominaban el debate en Guatemala. Todos dicen lo mismo que los de ahora. Todos hablan de un país al borde de la ingobernabilidad. Todos recitan que el “sistema está agotado”. Todos sostienen que, al erradicar la corrupción, no habrá necesidad de subir impuestos. Mientras tanto, las cosas siguen igual. O, para ser exacto, mucho peor. Y la calidad de políticos, considerada muy mala en aquellos tiempos, se ve comparativamente mejor que la que hoy protagoniza la escena preelectoral.

En este mundo al revés que impera no debería extrañarnos que quienes un par de años atrás eran delincuentes consumados hoy empiecen a salir de la cárcel y a recuperar sus puestos. Incluso, hasta que les reconozcan sueldos caídos y les rindan homenajes. Y claro: También sucede lo contrario. Los inocentes a prisión y los corruptos tan tranquilos.

A veces perturba esto. A veces duele. Indigna siempre. Sin embargo, como ya apunté, posiblemente veamos con nostalgia este tiempo tan decadente y ruin que hoy vivimos. Al paso que vamos, digo. Este mundo al revés lo ven muy al derecho muchos de los que habitan este país. No es solo aquí, es cierto. Pero eso tampoco es consuelo.

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