Gorbachov, heredero de un régimen implacable y totalitario, actuó en función de abrir las puertas a las libertades civiles y de devolverle a la política un rostro humano. Putin, presidente de una Rusia en condiciones mucho más favorables, se empeña en cerrar los espacios para todo aquel que no avale su belicismo feroz y reprime cualquier asomo de disidencia. Gorbachov se preocupó por la seguridad del planeta en un momento en que el peligro de una hecatombe era creciente y dio grandes pasos en esa dirección. Putin, por el contrario, pone en riesgo a la humanidad entera con sus burdos amagues nucleares y su expansionismo despiadado, sin siquiera importarle las vidas de los jóvenes rusos. Gorbachov apostó por el multilateralismo y creyó en él; Putin lo atropella y lo rompe con un desdén ordinario. Gorbachov propició la caída del oprobioso Muro de Berlín, lo cual trajo consigo la liberación de pueblos maltratados por décadas. Putin pretende someter a Ucrania a sus designios dictatoriales, acusándola de un nazismo que él mismo practica, y promueve los populismos más torpes en las democracias occidentales, tal el inminente caso de Italia.
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