En esta semana se presentó el Informe Nacional de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) luego de la polémica que se generó porque varias personas vinculadas a su elaboración denunciaron que el gobierno estaba buscando matizar los resultados del informe.
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Esta penosa y lamentable situación pone de entrada cuestionamiento al informe y los elementos que se presentan en el mismo. No cabe duda de que el interés del gobierno, en este caso, es que los resultados del informe no evidenciaran y pusieran en entredicho los resultados de su patética gestión. Evidentemente, a pesar de las aclaraciones, las dudas quedan y eso afecta la credibilidad del informe y del gobierno.
Más allá de los temores que puede generar en las esferas institucionales los resultados, desde mi perspectiva, los informes de desarrollo humano siempre son elementos muy valiosos para ver los desafíos que se tienen en el país. Brindan una radiografía de la situación sobre desarrollo humano y presentan, en la mayoría de los casos, algunas propuestas interesantes a considerar.
En esta ocasión, lo que muestra el informe es que como país estamos evidenciando un claro retroceso en varias materias del desarrollo humano. Desde luego, que estos resultados no son adjudicables a este gobierno, sino que muchos de ellos reflejan las pésimas administraciones públicas que le precedieron.
Esto tampoco exime de responsabilidad, en algunas cosas, al actual gobierno. Principalmente, porque revertir la tendencia mostrada en varios de los índices que presenta el informe necesitan de una respuesta institucional del Estado y evidentemente este gobierno no está interesado en asumir esos compromisos.
Especialmente, porque el espíritu del informe a nivel global es invitar a las sociedades, incluidos sus gobiernos, a reflexionar, pensar y aventurarse a nuevos caminos para enfrentar los desafíos en materia de derechos humanos, frente a un futuro incierto, que nos lleva a una ampliación de las libertades humanas y al mismo tiempo alivien las presiones planetarias.
Enfatizan que es un tiempo de relectura de las transformaciones que estamos experimentando en cada país, en cada sociedad, sobre todo de diálogo, innovación y movilización acerca de las maneras más eficaces para gestionarlas y enfrentarlas.
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Para el caso de Guatemala, los desequilibrios identificados en el informe se muestran de múltiples maneras y exigirán respuestas creativas e innovadoras. Por un lado, en materia de ambiente, no podemos esconder los altos costos y las irreparables pérdidas humanas, así como aspectos materiales que están a la orden del día.
Guatemala está entre los países más afectados por el cambio climático y es el décimo en materia de riesgos asociados a los desastres por fenómenos naturales. De igual manera, enfatiza en los impactos de la inhumana y creciente migración irregular. Enfatiza que estos aspectos afectan con particularidad severidad a la población de menor ingreso, a las mujeres, a los pueblos indígenas y a las personas más vulnerables.
En este sentido, resulta dramático que uno de los principales resultados del informe sea que el país experimentó las mayores pérdidas en el Índice de Desarrollo Humano (IDH, 27.5%) en toda Latinoamérica. Más alarmante es saber que solo Honduras y Nicaragua tienen un peor IDH. Por otro lado, en materia del índice de desigualdad de género, se reporta que tenemos el índice de desigualdad de género más alto de la región.
El informe aborda otros aspectos que espero desarrollar en otras columnas con más detalle y, además, porque merecen una reflexión con mayor dedicación. De momento, dejo la necesidad de ver los hallazgos de este informe, más allá de los resultados de los anteriores y el actual gobierno, como una ruta urgente de país en materia de desarrollo humano. En este campo hay mucho por hacer. ¿Qué opina usted?