Opinión

"Una valiosa oportunidad democrática para rescatar al país"

"No caigamos en la trampa de pensar que nuestro sistema partidario necesita chapuces o cambios superficiales o, en el peor de los casos, pensar que con solo modificar un aspecto del sistema electoral cambiará todo el escenario."

En seis meses, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), con el banderazo de salida, pronunciará “en sus marcas, listos y fuera” y con ello iniciará la carrera en las que los candidatos y partidos buscarán ocupar las sillas en las municipalidades, en el Congreso y el Parlacen, y, desde luego, en la Presidencia de la República.

Los principales actores se están preparando con sus asambleas partidarias para tener vigente la organización, promocionando sus logos e invitando a la afiliación partidaria. Muchos están en una intensa búsqueda de “talentos” en el mercado de fichajes para conformar sus listas de candidatos y presentarlas a los electores.

No se extrañe que en este segundo semestre del año vamos a presenciar el desfile de candidatos y candidatas, a nivel municipal, departamental y nacional, que serán postulados en las asambleas de postulación que realizarán los partidos. Las piezas que competirán en la elección se empezarán a colocar en el tablero de ajedrez.

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Lamentablemente, este proceso de preparación en el que están inmersas las estructuras territoriales de los partidos políticos no evidencia necesariamente la mejor de las antesalas a un evento electoral y democrático.

Dado que las dinámicas están plagadas de vicios de clientelismo, centralismo, en donde los afiliados no importan y son un requisito formal, asambleas de postulación que son un formalismo, compra-venta de candidaturas, corrupción, narcotráfico, nepotismo y otros vicios que convierten a los partidos en vehículos electorales para estas redes de políticos corruptos.

Estas redes político-clientelares que se articulan para promover la corrupción e impunidad son las que tienen cooptada la institucionalidad, están impulsando una agenda regresiva en materia de democracia y derechos humanos y están destruyendo lo poco que habíamos avanzado en democracia, con los peligros que eso conlleva, en muchos sentidos, porque nos falta medio centímetro para ser Venezuela y Cuba. Los últimos índices en muchas materias lo demuestran.

En el sistema de partidos políticos son pocas las organizaciones que son excepción a las reglas del juego que describí en el párrafo anterior, pero, en este momento tan incierto y desesperanzador, son estas excepciones las que se constituyen en la esperanza para que en el próximo proceso electoral sean desplazados estos políticos tradicionales y corruptos.

Uno de los caminos que siempre se ha presentado para facilitar este cambio es una reforma a la normativa electoral que permita transformar las dinámicas perversas que prevalecen en el sistema por otras más virtuosas que nos permitan construir esos partidos legítimos, representativos, participativos y democráticos que necesita el país.

No caigamos en la trampa de pensar que nuestro sistema partidario necesita chapuces o cambios superficiales o, en el peor de los casos, pensar que con solo modificar un aspecto del sistema electoral cambiará todo el escenario.

Además de los cambios normativos en la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP), también hay que considerar las dinámicas de ajuste e implementación institucional, la adaptación y apropiación que tendrán los diferentes actores (partidos políticos, electores, sociedad, TSE, medios de comunicación, etcétera) al momento de impulsar un proceso de reforma.

Más allá de la discusión que se instalará en los próximos días sobre una posible reforma electoral y los efectos que generaría, la elección del próximo año se presenta como la oportunidad democrática para cambiar la relación de fuerzas políticas en el país y ojalá el electorado manifieste en las urnas apoyo a opciones políticas que busquen rescatar el país de las manos de los corruptos y de las mafias que lo tienen controlado.

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