Nací en abril de 1956 a las 5:45 a. m. en la Maternidad Ortiz de Guatemala. Soy la segunda de cuatro hermanos y acabo de recibir con mucha alegría la campanada de mis 66 abriles. Y digo: Con mucha alegría y agradecimiento, pues la verdad es que la vida me ha dado bastantes oportunidades de todo tipo y me siento tan realizada y privilegiada que eso es lo que quisiera transmitirle con este nuevo escrito.
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Siempre he sido alguien con esa perseverancia que se necesita para ser auténtica, por muy rebelde como me han señalado, he caído y me he sabido levantar luego de buscar ayuda. He aprendido a enfrentarme con coraje a tantas estructuras que han querido frenar mis impulsos y mis sueños, a mi yo verdadero. Me siento, realmente, muy agradecida de saber y sentir que la vida me ha elegido para que me pasen experiencias diferentes, que esas vivencias, que algunos ven como tragedias, yo las he recibido con luz porque han sido y seguirán siendo de seguro, mucha enseñanza y aprendizaje para mi alma, como oportunidades de crecimiento.
Estos 66 años los quise recibir diferente. El viajar y conocer lugares nuevos siempre ha sido parte de mí. Planeé unas semanas diferentes, aprovechando la Semana Santa y lo cerca de mi fecha natal, elegí viajar con mi hijo y conocer Portugal. Allí recibí mi nuevo año capicúa, mis 66 años, acompañada de buenos amigos, incluyendo la Monish, que siempre ha sido un ser incondicional para mí desde hace muchos años. Estoy muy agradecida con la vida por tanto que he estado sintiendo y viviendo en estos últimos años. Subidas y bajadas que me dan el impulso para gozar y disfrutar de los caminos rectos o planos por recorrer.
No me puedo quejar, la he pasado, la mayoría de veces, como yo he elegido. He viajado a lugares increíbles desde que me pago mis propios viajes, a partir de cuando cumplí mis 15 años. Mis papás me enseñaron a ahorrar y, al aprovechar mis ahorros, me he permitido ir a donde yo he querido viajar. He estudiado y aprendido lo que soñaba, nadie me obligó a entrar a una carrera diferente a la que yo quería. He crecido con muchos tropiezos, con muchísimas caídas, con muchas pérdidas y lágrimas y con muchos desafíos religiosos, sociales y no digamos familiares. Perdonando y perdonándome. Pero he aprendido a serme fiel a mí misma y a sostenerme con Dios y con los principios y valores bien arraigados en mi alma. Agradecida realmente por esta aventura terrenal que estoy viviendo.
Cuesta ser uno mismo. Cuesta ser coherente y auténtico. Cuesta dejar pasar las traiciones y habladurías de los cercanos y de los nada cercanos. Cuesta darles las gracias a muchas personas que ya no suman y que hay que dejar ir. Cuesta vivir la vida como yo he elegido vivirla, pero de la cual me siento muy orgullosa. Cuesta ser honesta y no caer en tentaciones de poder o de aprovecharse de lo ajeno, como muchos estrategas de guante blanco. Cuesta siempre sonreírle de manera auténtica a la vida, y puedo decir con sombrero propio que, hasta hoy, lo he logrado y me siento feliz por ello. Cuesta vivir y dejar la bandera en alto y con los principios y valores que mis papás me inculcaron y que, por nada o mucho, me han hecho salirme de esa autopista de actuar conforme a lo aprendido.
Hablar de lo bueno de uno es mucho más fácil que compartir los defectos, que obviamente he de tener uno que otro, pero de los cuales me ha tocado aprender también por medio de muchos maestros de vida que he tenido de cerca, empezando por mis papás, mis hijos, algunos de mi familia, amigos y conocidos, maestros del cole, de la U, espirituales del alma, compañeros de trabajo, personas no auténticas, oportunistas y aprovechadas; en fin, por donde lo vea, hoy por hoy, todo lo que pasa ya sé y acepto que es así como me tenía que pasar y por medio de quienes lo tenía que aprender. Y hoy le digo, como nos ha cantado siempre Mercedes Sosa, ¡gracias a la vida, que me ha dado tanto!, porque llegar a mis 66 abriles, como los estoy recibiendo, me llena de felicidad, ¡y a seguir soñando, pues amanezco y estoy viva!