Opinión

“Como volver a los años más oscuros"

“Una democracia sana necesita el vigor de un debate lúcido y abierto. Pero también una organización social capaz de articularse, a pesar de las diferencias entre sus actores".

Me encontré con una jurista que había participado en un programa de la radio. Le agradecí por lo valiente de sus comentarios acerca del caos nacional. “Así lo haré, mientras se pueda”, me contestó. Y ese “mientras se pueda” se quedó dando vueltas en mi mente como un necio rehilete. En el contexto actual es una frase que merece meditarse. Se percibe que la libertad de expresión será objeto de ataque en los próximos meses. Más de lo que ya es. A niveles solo comparables con las del conflicto armado. “Eso sería como volver a los años más oscuros”, afirmó el Cardenal Álvaro Ramazzini, cuando hablaba de las acciones autoritarias que, sin recato, ya se dejan sentir en el ambiente. ¿Quiénes quisieran regresar a esos tiempos en que discrepar con el régimen se pagaba muy caro? Únicamente los que se enriquecen con los negocios fraudulentos.

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En un país donde no se persigue la corrupción, solo las expresiones ciudadanas, entre ellas la prensa independiente, pueden causarle agruras a quienes se devoran el banquete del saqueo. Eso lo saben muy bien los que urden las telarañas de la impunidad. Y la estrategia de amedrentar o debilitar a los medios de comunicación cumple a cabalidad con su nada disimulado objetivo del “control total”. No hace falta demasiada inteligencia para verlo. Quienes se niegan a asumirlo pecan de una ceguera visceral. Y al hacerlo, ni siquiera miden el corto plazo de sus propios intereses. Defender el pleno ejercicio del periodismo define y salva a una democracia. Por ello, resulta inquietante que abunden los supuestos paladines del sistema que atizan la hoguera donde, en sus fantasías, se quemará hasta la última bandera de libertad que vaya quedando en las redacciones.

Las dictaduras establecidas atropellan sin disimulo a quienes osan disentir con sus arbitrariedades. Las dictaduras en vías de consolidación siguen ese libreto. Su sueño dorado es suprimir la crítica para imponer la verdad única. Al respecto, infundir miedo es muy efectivo en sociedades carentes de institucionalidad. Es frecuente ahora que tradicionales interlocutores del debate local prefieran abstenerse de emitir opiniones en público. Se vuelve cada vez más arduo conseguir que las fuentes pertinentes hablen. Lo cual es un pésimo síntoma.
Este es el peligro: Que nos quedemos sin suficientes voces que denuncien la podredumbre a la que nos han arrastrado. Desde un silencio de luz se puede inventar música; desde una música silenciada solo queda la oscuridad. La crisis moral que carcome a los tres poderes del Estado nos obliga a tender puentes de entendimiento entre sectores. Puentes que nos sirvan como eventual defensa frente al galopante avance de la “dictadura legal”. No hablo de armar conspiraciones ni de fraguar desestabilización.

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Me refiero estrictamente a formar un corredor donde haya suficiente convocatoria para no perdernos en pequeñeces. Es muy pernicioso el sicariato judicial que hoy campea. Sus portavoces incluso se permiten el lujo de amenazar, en nombre de la propia autoridad, con acciones legales contra quienes les disgustan. Y lo hacen sin rubor. Como si fuera lo normal. Pasar de acusado a acusador común en la actualidad. Asimismo, los “jueces venales a la carta”.

Una democracia sana necesita el vigor de un debate lúcido y abierto. Pero también una organización social capaz de articularse, a pesar de las diferencias entre sus actores. Es inaplazable delimitar objetivos y afinarlos de tal manera que más y más gente encaje en ellos. Si se va a gastar energía en una manifestación, su reclamo debe ser directo y no diluirse en la fallida maña de incluir diez demandas que podrían sintetizarse en una.

La prensa juega un papel decisivo en proveer a la gente de herramientas que la empoderen. Para funcionar como servicio, los periodistas precisamos de fuentes confiables y valientes que llamen a las cosas por su nombre y que también promuevan propuestas. No es posible de otra manera. Sobre todo ahora que proliferan las noticias falsas y los instigadores del odio.

Preocupante lo que me dijo la valiosa jurista, citada al principio de estas líneas. Ella seguirá emitiendo sus opiniones “mientras se pueda”. ¿Qué va a ocurrirle a Guatemala si ya nadie se atreve criticar al régimen? Sería, en palabras del Cardenal Ramazzini, “como volver a los años más oscuros”.

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