Hoy quiero conversar con usted acerca de la corrupción. La discusión en muchas ocasiones parece ser un disco rayado porque terminamos dando vueltas casi sobre lo mismo. Por otro lado, tampoco resulta ser una conversación atractiva en medio de la entrada del verano y en la antesala de la Semana Santa.
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Por ello, en esta oportunidad quiero compartir algunos datos sobre la manera en que la corrupción está siendo percibida desde los ciudadanos. Es decir, hoy no analizaremos los efectos institucionales que tiene la corrupción, el complejo sistema de redes político-clientelares, públicas y privadas, que están incrustadas en el Estado, sangrando el erario, etcétera.
La corrupción tiene cara, la podemos ver, palpar y afecta nuestras vidas, cada día, más de lo que nos imaginamos. Lamentablemente, la sociedad la ha interiorizado y normalizado. Ese es uno de los principales problemas que aparecen al momento de plantear acciones para erradicarla.
Basta con recordar algunas “frases populares” que se utilizan con mucha simpleza, pero que tienen un profundo trasfondo y reflejan la forma en la que estamos viendo la institucionalidad, los valores que están predominando y la aceptación de prácticas que alimentan y, tristemente, terminan justificando la corrupción. Imagino que usted ha escuchado en alguna ocasión frases como: “que robe, pero que haga algo”, “que aproveche porque son solo cuatro años”, entre otras.
En este sentido, quiero compartir unos datos que identifiqué en el informe “Cultura política de la democracia en Guatemala y en las Américas 2021: Tomándole el pulso a la democracia”, presentado por la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes).
La corrupción, enfatiza el documento, es un fenómeno generalizado en toda la región de América Latina y el Caribe. Se resalta que muchos residentes han experimentado el hecho de que los empleados públicos del sector de la educación, los tribunales y la policía les hayan pedido sobornos.
La corrupción está presente en todos lados y la mayoría de los ciudadanos de la región cree que la corrupción política está generalizada. Nada revelador, desde luego, pero casi dos tercios de personas en la región creen que la mayoría de los políticos son corruptos. Esto confirma la pérdida de credibilidad y confianza que tienen los políticos con los ciudadanos.
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La percepción de corrupción en la región varía según el país, siendo la más alta en Perú y la más baja en Uruguay. Nosotros estamos un poco arriba de la media, acercándonos a Perú, desde luego, y alejándonos de Uruguay.
El estudio enfatiza que es común escuchar de casos en los que los policías o los empleados de gobierno se aprovechan de su posición solicitando un soborno a un ciudadano a cambio de prestarle servicios a los que todos tienen derecho.
El estudio muestra que las personas están manifestando ser víctimas de la corrupción y es una tendencia que se ha mantenido durante los últimos 10 años y no mejora. Guatemala en la región, y como cosa rara, no ocupa el primer puesto, pero sí está entre los países en los que los ciudadanos reportan significativamente este tipo de incidentes.
La erradicación de la corrupción es una tarea de todos. Por ello, no estará de más que, en estos días, aprovechemos para conversar con amigos y familiares sobre la corrupción, no desde la perspectiva de cómo se manifiesta en el sistema político, sino desde la perspectiva cotidiana. Esa que nos afecta día a día y está limitando nuestras posibilidades y oportunidades de desarrollo.
La corrupción está expulsando a muchas personas fuera del país, nos está robando el futuro y está condenándonos al subdesarrollo. ¿Qué opina usted?