En las últimas columnas que he compartido con ustedes les he presentado las principales conclusiones que se extraen del informe sobre “Cultura Política de la democracia en Guatemala y en las Américas 2021: Tomándole el pulso a la democracia”, presentado por la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes).
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El informe contiene una serie de datos muy interesantes sobre la cultura política de las y los guatemaltecos, con una visión histórica, porque además del documento elaborado para nuestro país, LAPOP en su página web pone a disposición los archivos y las bases de datos de las encuestas que se han realizado en este proyecto.
Les he presentado datos sobre la confianza y el apoyo a la democracia y al sistema electoral, así como interesantes conclusiones relacionadas con los motivos y factores que llevan a la migración.
El rostro que dibujan los resultados, porcentajes y conclusiones terminan siendo alarmantes porque evidencian la crisis de representación y legitimidad del sistema democrático en el país. Y, por otro lado, desnuda la realidad de exclusión y falta de oportunidades que está alimentado una inhumana migración, que expulsa a muchos connacionales a buscar una vida mejor en Estados Unidos.
La democracia en el país está atravesando por una época en la que una alianza de actores, interesados en promover la impunidad y la corrupción, tienen cooptadas las instituciones, y están en una activa campaña para destruir el débil Estado de derecho, acompañada de una agenda regresiva en materia de derechos humanos e institucionalidad democrática.
Una alianza de actores perversa que están tejiendo una serie de acuerdos con el propósito de instaurar un régimen autoritario que les asegure sus negocios de corrupción, impunidad y que además revierta el proceso de transición democrática. Sueñan con construir la “Guatemala, país de la eterna corrupción e impunidad”.
Evidentemente, la dimensión de las élites, especialmente la política y la económica, están articulando y utilizando sus recursos, en algunos casos acompañados de redes políticas clientelares, de narcotráfico y el crimen organizado, para ese objetivo. Una visión miope que está hundiendo al país.
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Por otro lado, vemos a actores democráticos interesados en defender la institucionalidad democrática y el Estado de derecho, pero que están enfrentando una tormenta de criminalización, persecución política y judicial.
Es alarmante para el sistema democrático que la instrumentalización de las instituciones de investigación penal, como las de justicia, estén al servicio de esta alianza perversa. Estamos de nuevo convirtiéndonos en un país de exiliados políticos. Es lamentable el creciente número de operadores de justicia, periodistas, defensores de los derechos humanos y jueces independientes que han tenido que salir del país.
En este contexto de un franco asalto a la democracia vemos una sociedad desarticulada, preocupada por enfrentar los problemas derivados de la crisis económica, sin mucha esperanza y expectativa. No solo a nivel individual, sino también colectivo. En las organizaciones sociales y de la sociedad civil la apatía, el temor y la incertidumbre están mermando su campo de acción.
Esto se refleja en la posición que ocupa Guatemala en la región latinoamericana como uno de los países que menos apoya la democracia. Es preocupante porque si a una ciudadanía desencantada con la democracia se le suman una élite con prácticas autoritarias y corruptas, el escenario en el país se perfila poco alentador. ¿Qué opina usted?