1. NOSTALGIA PREVENTIVA PARA LAS TRAMPAS DEL FUTURO
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No postergar nada. Ese parece ser el mensaje de estos tiempos. No esperar al siguiente amanecer para decir lo que tanto se ha guardado. Romper con el recato temeroso. Más que siempre, en días como los que corren, no hay mañana. Nunca hubo. Ni lo habrá. Disponemos de un hoy que se nos desvanece en cada segundo. Nosotros, los de ahora, ya no seremos los mismos. La semana pasada, el gran temblor. Dos años de pandemia. La tercera guerra mundial, posiblemente a las puertas. Un país rumbo al abismo.
Para visitar a los ancianos de la familia no hay que aguardar hasta cuando, ya muy enfermos, solo vayamos a acompañarlos en su agonía. El helado con los hijos es esta tarde, no dentro de un mes. Dar en la realidad ese beso que se sueña es hacer de la realidad un sueño vívido. El viaje tantas veces planeado se emprende cuanto antes, no ese próximo año del cual no tenemos certeza. Los nudos por desatar se resuelven en este preciso instante. No postergar nada. No posponer. No gastarse los relojes en aquello que pudo haber sido, pero que no llega a ser por la cautelosa desidia de creernos inmortales. Esas deben ser las consignas. Antes de que el temblor se vuelva terremoto y nos desmorone los días en treinta segundos. Antes de que otra violenta variante nos amargue la nueva normalidad. Antes de que Putin decida volverse un Hitler del Tercer Milenio. Antes de que el país nos abisme y nos consuma en su invivible diario morir.
2. LA ETERNA HISTORIA DEL DIÁLOGO DE SORDOS
Una buena y efectiva manera de hacer ciudadanía sería escuchar a los otros. Aplazar, por un momento, el monólogo de nuestros prejuicios. Diferir, por un parpadeo, nuestras verdades absolutas.
Se dice que es hablando como se entiende la gente. Lo cual es cierto. Pero de nada sirve hablar si no se dispone de la humildad para oír a quien nos habla. Una sociedad solo dispuesta a vociferar, sin apoyarse en la infalible herramienta del atento silencio, no va hacia ninguna parte. En vez de avanzar, retrocede. Y al retroceder, se estanca. Guatemala es el perfecto ejemplo de ello. A las pruebas me remito. La sordera aquí es una patología crónica.
3. TERNURA PARA TIRAR AL CIELO, DIRÍA PIERO
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Uno ya solo puede confiar en la ternura. Porque cuesta demasiado que alguien logre fingirla. La cruel pantomima de amar al pueblo le sale fácil a los políticos, incluso cuando representan mediocremente su papel. Y la gente, sin tomarlos en serio, juega a que les cree para completar la farsa de no morirse de desesperanza. Un fogoso orador de campaña es un mal actor de una comedia trágica. Es abominable lo que sucede cuando, ya encumbrados, los poderosos abusan de sus puestos. Ya ahí, exhiben prendas, excesos, cinismos, plegarias y vulgaridades. Pero jamás ternura. No son capaces ni de aparentarla. La ternura no fue hecha para los que desprecian a la humanidad.
4. LOS PÉNDULOS
Nos toca vivir una cotidianidad inclemente y contradictoria. El mundo al revés visto desde un espejo convexo. La impiedad despiadada del que se presenta como piadoso. Entre un payaso que nos amarga y un médico que nos enferma. Entre unos que se aprovechan y otros que se vengan. Entre un teléfono inteligente y una estupidez cavernaria. Es el bestial revés para el mundo reflejado en un espejo roto.
5. LAS PORTENTOSAS
Al ver tus piernas abandono de tajo el monoteísmo.
A ciencia cierta. Más allá del dogma.
Creyendo con solo ver.
Existen como mínimo dos dioses. Diosas en realidad. Tus piernas.